CRISTAL

 

 

 

Las Palmas 1970

José María Torres Morenilla

 

A Mari Pepa Zarala y a sus dos amigas Lolina y Blanquita, a la finísima arena que recibí en su carta y a Asturias que guapa yes..

 

 

"¡ Oh sombra de cristal tan pura,

que todo lo agita! "

 

Cristal

Cristal para mirarte de otra forma,

para que pases tú mi espacio denso,

para verte a través de los secretos

por llenarte de luz sin una sombra;

para beber tu cuerpo ilusionado,

para tocar tus ondas suavemente,

para olerte con nada y tenerte,

para besarte de un modo muy cuidado;

cristal en la mirada que me mira,

en el pulso de tu sangre indolora,

en los jugosos surcos de tu boca,

en los rizos de tu pelo que encandilan;

para llevarte al lago cristalino,

sin una onda, en paz, eternamente,

para tragar tu sal, para quererte,

para vivir contigo y no estar vivo.

 

 

 

 

 CHEMA

 

I

 

Sobre miles de caballos recorred toda la geografía de la opresión;

y sobre los bosques y las nieves,

los mares y el desierto,

en el monte y el río,

sobre la luna y el volcán

vuestro revolucionario ejército implante

la maravillosa paz alegre de la verdad;

y vuestra sonrisa en el sol introducida,

por toda la sombra que anidó la vieja tristeza.

 

Y todo en sí tan sencillo que fácil lo creerán algunos.

 

II

 

Y el olor de la rosa reviene a mi nuevamente

con el ruido gramatical del agua;

y el bullicio del bosque y el sol que en él se enreda,

en esta exploración de mi memoria

una paz revierte en cada sentimiento,

aleteo cristalino y perenne, de paciente oradeo

por cada paso en que se asienta.

Mientras todas las selvas reverdecen humanidad,

coloría que se enrojeció por un sol oriental

para un jardín permanentemente revolucionario.

Y sereno quedo dormido recordando

completamente alegre

miles de años que forzosamente han de ser.

 

 

III

 

Todas las noches las estrellas nacen

todas la noches el viento vuelve,

todas las noches,

solo,

solamente con todos y en todos

solo

todas las noches

todas las noches en el viento

todas las noches naciendo con las estrellas.

 

 

IV

 

Miedo: abismo que abre una página del libro

una vacilación de la memoria y el presente

en el presentimiento sorprendido del hado

bajo los ojos, en el infinito espacio de la boca,

y una falta absoluta de respiración.

 

Dudas sobre ti,

y miras nuevamente las cosas;

caes en el cero que te envuelve

y ya cada cosa es miedo que a devorarte viene

y a todo temes: temor.

 

 

V

 

Era rosa; no sé, cristal,

era fuente, pero

era una veredilla;

no tal vez fue un cielo azul y una mañana,

era paloma. Era

 

 

VI

 

Saber, sentir el roce del agua en la mano,

estar bajo el sol, sentir

el fino aleteo de la hoja al viento;

saber, sentir, las tierra en el paso;

coger entre cielo y nube un trozo de infinito

y dejarlo palpitante, reflejado en el espejo de una vida;

saber sonrisa en cada boca y beber llanto. Estar

así, Dios mío, vivo entre vivos, saber

que la palabra sigue eco tras eco

viajante con el viento al mar,

para volver nuevamente de otros labios también vivos;

y saber, sentir, el peso de nuestro corazón

alocadamente vivo, expectante,

tras cada sensación, alerta

ya siempre dispuesto a sentir, estar, saber;

y proseguir en el día

y todas las ncohes el alto y sereno aguijón de la estrella.

 

 

VII

 

Desamanece cielo por un latido de estrella

para un ancho camino tan azul;

alma desamanece por el río, solo queda

una cosa en todas las cosas: tú;

desamanece luna, enredando

una mortífera luz rondadora del cielo;

del vaporoso vahído de sus bestiales voces,

en una niebla de llantos, para tan solo un nombre.

 

Queda más; puede.

Y gritando desamanece

por una línea indeleblemente limpia,

horizonte ya lejano, por detrás de las espaldas

de todas las calles desamanecidas.

Para un relente de cansado sudor.

 

Cae alma, prístina de sueño, cae

por los intransitas espacios solitarios

en donde quiebra el río el canto de una piedra antes muda;

cae cristal por los rincones donde las zarzas pinchan al viento,

como gélido polen de los espíritus altísimos,

para posarte en la carne de la rosa

y sobre ella palpitar de infinitos titileos

del sol herido, agonizante, lento.

¿Qué mal te hiciste a los dioses?

Pues has de caminar de puntillas en tu propia casa,

previendo temerosa, alma mía, tu propio eco

que habrán de traerte un mal día desamanecido

una corona de vacío con tantas hojas

como poemas compusiste al desamanecer de la alegría.

Aquel pasado turbio, vertiginosamente ebrio.

 

 

VIII

 

Sé cristal de la tarde,

sé agua de horizonte enrojecido;

flora sobre tierra;

sé mar, más de allá; ya mar, ser

de saber soplo sobre el rostro embebecido de una cualquier cosa;

sé sonrisa

que oscuramente acechan unos ojos

y muchos rostros vuelven sus cabezas para que no los vean;

y aquel poeta de finísima intuición

respetuosamente evade la mirada;

no seas de centro,

sino de fuera, afuera de las afueras,

tan próximamente fuera como nunca fuera

y he de arreciar nerviosamente por constreñir

una bocanada de humo,

la extenuación de un beso

o el sabor desparramado de un bocado de pan

 

 

IX

 

Pero hay algo más allá que ha de brillar,

si el resplandor rosadamente alumbra la mañana.

Despierta horizonte mientras gira en torno al vaso el humeante líquido

y de él beben rayos los poros de la tierra.

Más allá de un dolor de tragedia,

vacío espiritual do cristalizan temores,

debe de existir una profunda mirada

calibradora de inmortalidad y de fugas.

No duermen sus cabellos entrelazados con los rizos de las aguas;

ni siquiera en la sombra

cuando desamanecen los primeros piares;

que tersamente suspiran las hojas

verdes siempre y hieráticas.

 

Parecen dormir vuestros ojos,

parécenme dormidos y ensoñados,

paréceme tarde la mañana

para una desesperanza perdida.

Perdida de rosas y de verdad,

verdad silenciosa,

oscura y neciamente perseguida.

Mientras rebrotan tras de mí millones de sobrepujantes sonrisas, que a esta figura estática traen pequeñas, florecillas, recogidas de más allá de algo.

 

 

X

 

Crecían apuñados todos los días;

racimo nebuloso de ondulantes relampagueos.

Por las márgenes de los ríos refrescaban bosques de juncos,

cuando quiso bañarse en aquellas aguas.

Crecían a puñados todos los días,

ramillete de miríadas estrellas;

y en aquel cantro introdujo sus piernas,

por seguir del río en río. Solamente así llegó su boca a semejar

una luna pequeñísima de sonrisa.

Crecían a puñados todos los días;

y ella, voz maravillosa, seguía bebiendo noche;

para seguir cantando eternamente.

¡ Déjenme estar! imploraba a dioses de piedra,

a ciegos dioses desde un pedestal ciego.

¡ Déjenme seguir! para mostrara los redondos universos de mis senos,

para alimentar de las estrellas que entre ellos estrujo.

Turgidamente quedó dormida entre los juncos;

y los dioses de piedra jamás verían

cómo su canto quiso aferrarse al ruido del agua,

seguir rodando eternamente,

como piedra-canto, cuando ya dormida

no supo implorar a aquellos inertes dioses

¡ dejadme ser canto para cantar!

 

 

XI

 

No mató el buitre la carne que come;

estaba ya muerta,

porque una mancha oscura la rodeaba constantemente,

acechando siempre en su torno.

Tan así que aceleró su muerte,

y caritativamente enfermó de salvaje desierto,

abandonó el agua y el amor...

y se ofreció generosa y fresca.

Y por vez primera supieron los buitres

a qué sabe la carne viva.

Tan de sorpresa les supo

que tuvieron que olvidar para seguir siendo buitres.

 

 

XII

 

Me han quitado tanto

que hasta el miedo me robaron;

y así dejado estoy libre.

Más libre aún, más inmenso

si hubieran sido capaces de quitarme la vida.

Pero no se atreven todavía, no les interesa, Dios,

no osan destapar sus vientres,

ni auscultar los mohosos corazones.

 

No osan alterar mi verso, aún...

 

A cambio tú me guardas un silencio de esperanza,

hasta que por quitarme me den a Tí,

y a Tí vaya, ya sin temor. Solo.

 

 

Madrid 1970

 

 

 

MOTIVOS

 

 

 

1

 

 

 

Más allá de aquellas palabras;

 

siempre más lejos, estás

 

altísima; blanca estás...

 

más lejos todavía que del sueño.

 

Aún más lejos...

 

 

 

 

2

 

 

 

Blanca de cal;

 

de ola deshecha,

 

de nieve y fuego;

 

aún tranquilamente, azul, recoge

 

una briosa lluvia destruida y somete

 

entre sus fuertes piernas de amazona.

 

Sometido a su parque;

 

a la puerta de su casa;

 

al olor primaveral de su talle,

 

al ruido armonioso de su risa.

 

Sometido, novia mía,

 

blanca de mar espesa

 

por todos los rincones de mi alma...

 

 

 

 

3

 

 

 

Grácil tu cuerpo se desmelena

 

en carrera ascendente hacia el olimpo,

 

donde pondrán una corona de laurel en tu frente

 

que tu jadeante respiración hará brillar con el sol de los triunfadores.

 

Ahora fijas un punto de horizonte

 

allá donde el corazón se constriñe y se esponja,

 

mientras tus piernas se hacen viento

 

y la sed embebece tu boca.

 

 

Grácil corres, huyes, altivamente.

 

Mientras del cielo se desvanecen las estrellas

 

y un oleaje de murmullos te martillean opacamente.

 

 

 

 

4

 

 

 

Oh sí, parpadéame el mar,

 

aún, azul, estiradamente,

 

siento un reflejo marino,

 

que va secándose por dentro.

 

 

Tráenme rosas cristalinas,

 

piedras camufladas,

 

velas por los vientos embebecidas

 

por más que nubes semejan.

 

Para que pellizque en el agua-mar

 

y confundirme inútilmente.

 

Burdamente.

 

 

 

5

 

 

 

Ahora, ya ves, no.

 

precisamente ahora traigo más de todo.

 

Ahora el cielo es más bello.

 

Primavera es ahora.

 

Ahora mismo estuve triste.

 

Si podría ser: es ahora.

 

pero ya ves: no, ahora.

 

Ahora: esperar a que sea deshora.

 

 

 

 

6

 

 

 

Para asomarme al balcón y contemplar

 

oscuramente la siesta de los campos

 

en una primavera derruida;

 

o para ver cómo se achata el agua en un recodo

 

bajísimamente inspirado; mientras atiendo

 

las intemperancias del viento desecado,

 

allá partiéndose la cara con los chopos,

 

aquí neciamente tranquilo.

 

O para llevar una blanquísima flor en mi solapa

 

y creerme vestido de primavera.

 

Sin haber musitado amor hace mil años.

 

 

 

 

7

 

 

 

Palpitas más adentro del alma,

 

escapándote tan despacito en pequeñas cosas;

 

tan levemente estás que casi no estás.

 

¡ No estás! Ni siquiera muerto...

 

No puedes estar todas las tardes a la misma hora;

 

ni ahora mismo.

 

Estás perdido, lejanamente.

 

¡ Oh que por dentro te siento!

 

Te siento ausente; oculto.

 

Gorgoteando inmortalmente una palabra

 

ya dicha: ¡ Eres!

 

 

 

 

8

 

 

 

¿ Pequeña mía?

 

¿ Me llamaba tu vocecita?

 

¿ Desde dónde me llamas?

 

¿ Sigues? ¿Crees que no te he oído?

 

¿ Lloras? ¿ M e estás llorando?

 

¿ A mí, me lloras?

 

Oh mi pequeña estoy quedando en nada

 

por cada una de tus lagrimitas.

 

¡ No llores más o no llegaré a ti!

 

¡ No llores más que ya me acabo!

 

Qué cerca y qué lejos estoy de tus lagrimitas.

 

 

 

 

9

 

 

 

Fresa primera, agotada en la boca,

 

en una mañana de primavera espesamente brotada;

 

para un relente de arroyuelo purísimo,

 

cantarino, vagabundo imposible.

 

Resuena mi nombre, como una bofetada.

 

Espacioso, arranado, extendido de horizonte a horizonte.

 

Hirientemente despacio,

 

para un oscuro " Yo soy".

 

Mientras se agota aquella fresa

 

en infinitos cristales rosas,

 

de agua y lágrimas,

 

de profunda primavera descubierta.

 

 

 

 

10

 

 

 

Quise yo también cantar

 

en estos bosques donde el sol deposita sus trinos

 

y la primavera lava sus colores,

 

quise cantar recuerdos inmemoriales

 

con una voz que quiso ser inmortal.

 

Qué densamente me arrepiento de aquel canto,

 

Dios mío.

 

Con cuánta alegría volvería a ser la nada aquella.

 

Que por mucho empeño de todos

 

desgraciadamente está mi verso

 

más allá de la pluma, la mano y el corazón. En sí.

 

 

 

 

11

 

 

 

Tu insolencia ¡Bah!

 

sobre ella monto yo mis pocos años.

 

Tu vanidad ¡Osú!

 

quién dice mejores versos que los míos.

 

Tu belleza ¡Bueno!

 

¿ Hay algo más bello que la fealdad del varón?

 

Tu alegría ¡ Ya!

 

Me rebrotan primaveras en las cosquillas del corazón

 

Tu pureza ¡Ah!

 

Qué limpia estarás por siempre tras los cristales del alma.

 

Allá me observarás desde arriba.

 

 

 

 

12

 

 

 

Cómo os alimentáis del pan que falta,

 

Puntualmente. Emperifolladamente. Cristianamente.

 

Y os vestís con las ropas que faltan

 

Ascéticamente. Orgullosamente. Elegantemente.

 

Cómo machacáis la carne humana

 

Legalmente. Neutralmente. Justamente

 

Cómo os llenáis de palabras que faltan

 

Estéticamente. Exactamente. Correctamente.

 

Cómo os pudrís a diario

 

Tradicionalmente. Liberalmente. Revolucionariamente.

 

 

 

 

13

 

 

 

Amarillo el papel, retorcido,

 

sobre una plasta fétida;

 

el sol cae tan bajo que se enraiga en la tierra,

 

se leen palabras sueltas,

 

cruzadas rápidamente por una lagartija.

 

Seco el que fue verde campo,

 

todo el monte es una calígine carroña.

 

En ello, un poeta busca su sombra.

 

Inútilmente, porque está ciego.

 

 

 

 

15

 

 

 

¿ Verdad que existe Dios allá en las cumbres?

 

Aún no puede haberse acabado del todo,

 

sobre la rosa, el silente sol, la sal, la soledad;

 

entre la tierra, el trigal, la tarde y el torrente.

 

En los campos, el pan, la canción y los caminos.

 

Bajo del agua, el cristal y desde la mar

 

Aún llueve Dios, levemente...

 

 

 

 

16

 

 

 

Y yo salí a la calle,

 

y no por ti ni por nadie,

 

que sobre todos siempre habrá otro

 

descarriado y solamente solo.

 

Si no pudiera existir yo me quedo en casa,

 

cortándome las uñas, leyendo un libro

 

o llamando por teléfono a mi novia.

 

Pero está él, tan cerca de las cumbres siempre,

 

tan a la mano de Dios,

 

que enfilé mis versos y hacia él me fui.,

 

 

 

17

 

 

 

Salpica la primavera en los montes

 

¿Te vestiste de rosa tan pronto?

 

Baila el viento en tus cabellos

 

y destella un beso del cielo sobre la tierra.

 

Azur. Mi alma se ha volado

 

¿Volverás pronto? A mirar por la derecha,

 

y mirar por la izquierda. Ausente y conmigo,

 

con nada. También he de besarte.

 

Salpicarás los pasos de sonrisas,

 

de tu alegre locura tan graciosa.

 

 

 

 

18

 

 

 

Olvidada de ti, vestida de blanco,

 

caminas como viento. Aire

 

que trastorna la quietud del agua

 

en el lago, parejo al meneo de las hojas;

 

el pelo suelto va entre el sol;

 

dejado todo, suelto, sutil, apenas

 

más que aire sonriendo,

 

y un maravilloso perfume a ciudad enjardinada,

 

a prisas olvidadas

 

en las ondas del cabello

 

libre como tú misma. Bella.

 

 

 

 

19

 

 

 

Valor para estos tiempos, lucha

 

en franquía solitaria. Oid las voces

 

de miles de gargantas enloquecidas.

 

Para un mismo alma errante entre tanto ruido.

 

Todo acabará algún día dichoso

 

en el que la victoria alzará la claridad

 

y abrirá ventanas y mostrará las flores hoy ocultas.

 

Valor, animaros de sombras y de silencios,

 

preparad las naves que han de lucir por siempre.

 

Masticáis vuestra propia tierra, escondidos

 

y os tapáis con las estrellas...

 

Tan pronto esas carnes están expuestas al fuego,

 

tan tempranamente os echan a la lucha,

 

que sólo os podéis vestir con ilusiones.

 

Pero despiertos, sonámbulos, escribid la historia

 

de vuestra menuda patria engrandecida

 

en la multiplicación de vuestra sangre.

 

 

 

 

 

20

 

 

 

Para un toro deambulado de arrogancia

 

no pueden ser cerradas las redondas puertas.

 

Va tras de sí, embiste noches,

 

indagador del viento le arremete

 

e hiere hasta sentir el cuajo de sangre en la pezuña.

 

prosigue, negro, embravecidamente

 

reta al sol, cruza,

 

va, solo, bufando muerte,

 

afilando sus cuernos entre las rocas,

 

libando miel de las piedras,

 

ahuyentando embestidas del agua.

 

Brilla su lomo, reluce espejos de fiereza

 

bien cruzados en su testuz retozona.

 

Babea, ¡Eh!, La boca bien cerrada.

 

¡Huá! Qué poco el grito para su enhiesto pelaje.

 

¡Je! Y levanta tierra oculta.

 

Un redondo en el aire, un salto

 

y todo el valle repite su bramido.

 

Ahí está solo, insuperable.

 

Unico, trastornado, noble.

 

Esperando su sueño de verónicas.

 

Retorcidamente espeso, oteando un enemigo

 

de vino amargo eterno

 

y la sangre tiñendo una línea ancha que va a la muerte.

 

Tendrá la boca abierta, los ojos tristes

 

y embestirá en la sombra de las mulas.

 

 

 

 

21

 

 

 

Hay sangre y juventud,

 

rosas rojísimas en los parques,

 

un intachable sol de lleno

 

por todas las encaladas calles;

 

un cielo terriblemente limpio;

 

infinidad de incontenible agua alborotada;

 

mar y vino para saciar la sed de todos los tiempos;

 

alegría y corazón.

 

Hay en abundancia;

 

pero, sobre todo, un miedo de la lengua a las manos,

 

de la razón a la verdad,

 

de la justicia a la belleza.

 

Miedo de toro descornado

 

en una plaza de piel de toro.

 

 

 

 

22

 

 

 

Niño arrodillado que en la piedra

 

con las uñas raya un nombre sobre ella.

 

Niño incansable escribiendo

 

un solo nombre tan solo.

 

Te faltarán algún día tus propias manos

 

pero la piedra seguirá siendo piedra

 

que no tendrá tu nombre sino tu sangre.

 

 

 

 

23

 

 

 

Campanas de bronce brindan roncas y sordamente.

 

¡Callaos de una vez!

 

No veis la primavera renacida

 

asustarse de tan gravísimas llamadas;

 

trocaros pronto en cristal

 

y brillad mil nuevos soles,

 

arrolladla que desnuda

 

y avergonzada huirá

 

y a ninguna parte de la tierra.

 

 

 

 

24

 

 

 

Sobre estos paisajes acampaban

 

aquellos ejércitos de valientes hombres;

 

sobre los mismos acamparé mi ejército nuevamente,

 

para una victoria aún más grandiosa.

 

Si aquí hubo sangre hasta enrojecer la tierra

 

aquí habrá la densidad del humo que el cielo oscurezca;

 

si ellos defendieron sus cuatro tierras

 

nosotros las multiplicaremos, insaciablemente.

 

Y no nos bastaran los henchidos mares orientales

 

que nuestras armas se cubrirán del silente polvo de las estrellas.

 

 

 

 

25

 

 

 

Ah perfección, belleza, alma,

 

han de acusarte entre todo esto en que resaltas;

 

perseguir en tus ojos tan lúcidos,

 

para no verse a sí mismos,

 

para no verte.

 

Aún intentarán quemar la imagen de tu palabra en el viento

 

pero éste, bravamente, la encerrará por los siglos

 

tras un repentino amén, una cruz desbrazada y un beso.

 

 

 

 

26

 

 

 

Hijo: naciste cero de la noche,

 

en el alba de las estrellas recién apagadas;

 

bello como la desgracia,

 

profundo niño arrancado al corazón de la tierra

 

oscurecida del alma en alma universal. Adentro

 

de la rosada aurora cansada.

 

Sin ninguna esperanza;

 

nacido porque así hubo de ser

 

hermoso, inmenso, extraordinario de niño

 

y nada.

 

 

 

 

27

 

 

 

No comprendo aún la tristeza en el corazón del hombre;

 

por qué las tardes tiemblan trágicas sacudidas por el viento;

 

ni la turbulencia del agua que arrebata en la impotencia;

 

no comprendo el llanto ni la tristeza

 

como necesaria sequedad en contraste siempre.

 

Allá donde el sol retuerce roca y polvo,

 

en donde el alma expande su vaciedad angustiosa;

 

donde terminan los términos

 

ojalá mi paupérrima voz alcance

 

una alegre estancia libertadora.

 

 

 

 

28

 

 

 

Aún antes que las palabras desdibujaran de mi boca muecas incorregibles;

 

de sentirme sin peso en mis pasos;

 

de atenerme a un viento ingrávido;

 

de socorrer mi pan tremendamente seco;

 

de atragantarme de mar y de cardos;

 

antes de vaciar la luna de las noches

 

siempre esperé,

 

aún después esperé.

 

 

 

 

29

 

 

 

Vosotros, que os salpicáis en hijos prontamente;

 

presurosos en brazos voluntarios;

 

sudorosos de pies a cabeza, de los ojos al sexo;

 

arracimados troncos siempre fértiles;

 

de blanquísimas camisas domingueras

 

y primarios cigarrillos ásperos;

 

madrugadores de sol y trasnochadores de besos;

 

prodigio de exaltada sangre en primavera:

 

sois la vívida poesía de las patrias.

 

 

 

 

30

 

 

 

Oblonga el agua; el lino de la tela

 

una espiral en el dedo espanta;

 

estrujados los racimos de la lluvia

 

cavadora del polvo y de las frentes.

 

Azafrán de horizonte esparcido

 

de oeste a este del alma,

 

por una violácea mar revolucionaria.

 

Cansaste pronto en el cristal del vaso

 

una adolescencia vidriosa de sacudidas íntimas.

 

Mantén si puedes tu frente enaltecida

 

y adelanta un prístino vino escanciado entre tus senos.

 

Pero vuelve sobre la misma hora entre las blancas sábanas del alba

 

a deshacerme universos entre tus piernas prietas.

 

 

 

 

31

 

 

 

Mi río adolescente tan alegre era,

 

tan ingenuo de rosas y de rodeos;

 

esquivo cristal, solitario y fresco.

 

Tan sólo río de canto y amanecida.

 

Volviéronse sobre ti presurosos de tormentas,

 

por enturbiar las estrellas de tus entrañas;

 

hasta un inmenso paisaje de vaciedad.

 

Búscome en tu cauce malherido

 

por todos los recodos donde mi pez jugaba.

 

Búscote temeroso de perderte

 

de que neciamente te desagüen pronto;

 

y no vuelvas a henchirte por los montes,

 

impetuoso y veraz de risco en risco,

 

sosteniendo los índices de juncos

 

que muestran el destino de las aguas.

 

 

 

 

32

 

 

 

Patrias levantadme nuevamente

 

de la tierra que cavo;

 

redimidme del sudor impuesto

 

en las cadenas del benceno;

 

limpiad nuestros cielos.

 

Huiremos los pueblos a los montes

 

y con rocas defenderemos la libertad de nuestros hijos,

 

la esperanza de un límite exacto,

 

afán clarividente de una redención segura.

 

 

Nacimos atropellados y libres siempre,

 

diariamente nacimos atropellados.

 

Pero encorvaron nuestros torsos sobre el arado,

 

atenazaron nuestras manos en el volante del automóvil.

 

Nos hundieron en las entrañas de la tierra,

 

mientras correteaban -¡ graciosos!- por las cancillerías.

 

 

 

 

33

 

 

 

Mayo solanero amanecido prontamente

 

con las calles perfumadas de campo y de flores,

 

para una carroza enaltecida de un cuerpo de Cristo,

 

recorriendo las agujas de la solemne sencillez.

 

Los niños han traído sus vestidos más blancos

 

y el aire un murmullo de armoniosa humanidad.

 

Sonaron las campanas y embravecido el órgano

 

entonó majestuoso un ¡ Cristo Redentor!.

 

Madrid 1970

 

fin

 

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CUENTOS