RÍO DARRO

(2013- 2021)

 

 

 

AL ENCUENTRO DE GRANADA

 

 

 

 

 

 

José María Torres Morenilla
 

 

 

 

Granada, vista de Sierra Nevada ( T. mixta de José María Torres Morenilla)

 

 

 

Introducción

 

 

La ciudadela del monte

 

Alhambra, vergel de sombras, en el agua encantada,

con los oscuros olores de la tierra mojada

y los claros cristales de su alma intransitada,

paraíso escondido, en muchos siglos olvidada,

nacida desde lo mismo y que parece inventada,

cada día es más nueva, cada día es encontrada,

apostada frente al viento, defendida, amurallada,

con las grietas de los tiempos de la belleza parada,

que habla de las victorias y que fue la derrotada,

ora estrella, ora surco, ora arquitectura hilada,

fuente del espejo limpio, quieta luz, inmaculada,

serrana que señorea sobre la vega azulada,

con un alfanje invisible, en su mano levantada,

defensora de un tesoro vinculado a su Granada.

 

José María Torres Morenilla

 

 

Després d’aquests versos de José María Torres, poc queda a dir d’un dels més bells monuments que s’han conservat de l’època musulmana en el territori peninsular.  

  elementosinteractivos.blogspot.comalhambra-interactiva.html 15 de Marzo de 2013

***

 

 

 

RÍO DARRO

 

 

Tú, Darro, de oro conocido río,

cuán bien agora puedes señalarte

y con nueva corriente y nuevo brío

al apartado Hidaspe aventajarte.

Pues Gonzalo Mateo de Berrio

tanto procura con su ingenio honrarte,

que ya tu nombre la partera fama

por él por todo el mundo le derrama.

 

 Miguel de Cervantes

 

 

 

 

 

 

Prólogo

 

  Bajo las sombras de El Salón

 

Con este cansancio que tengo hoy qué bien me vendría estar sentado en una de las sombras de El Salón, oyendo en el recuerdo el goteo lejano del río Genil, hoy un espejo verde, callado, sin guijarros ni grietas, serenamente cansado y tan lleno como yo de las viejas tropelías, de los duros amores de la vida que contempla el Sol granadino, primo del de Jaén y rival del malagueño, que se atraviesa por todos los caminos que van a dar a la mar, que es el morir o sea todo lo contrario de estar sentado bajo una de las sombras de El Salón y recibir el blanco aliento de los tranvías de la Sierra, siempre espectrales, también entonces, cuando subían por quebradas cañadas y puentes de puntillas sobre el abismo, amarillos pálidos, muertos de miedo, frente a los limones viejos de los tranvías de la ciudad. Aquellos tranvías de la Sierra cargados de aire, de olores desterrados, de aguas subterráneas. Todavía queda un ligero atisbo de tranvías en el cruce de la Sierra, en la carretera que parte de El Salón, cuando al fondo los miraba la Reina Isabel sentada magníficamente, como una reina, con su hermosa papada y la rara belleza, mezcla de buena educación y de viejos temores. Bam, bam, suenan los alabarderos de viejas pelucas y terciopelos más viejos, los escudos y los timbales, las chirimías gatunas de las trompetillas de plata, toda la cohorte de un Imperio naciente bajo los pies de la hermosa reina. Oh mi Señora sentaos en la alfombra verde de la Vega, que os contemple la cautiva Sierra Blanca y su nieve os refresque las mejillas, que tiemble la chopería ante vuestro terror y las palomas vuelen como jaculatorias ante la serena majestad de vuestras preguntas. ¡ Vivan la Virgen de la Alhambra y la Reina Isabel Primera de Castilla!, las hermosas mujeres granadinas que se pasean por su Salón vestidas de fiesta, perfumadas y adornadas con las flores de sus sonrisas. Que sonría Granada entera, bajo las sombras del Salón, que es es el único capaz de soportar el asfixiante calor de una ciudad encendida en la nieve, toda hecha agua, agua por aquí, bajo de aquí, en cascadas, en torrentes, en cuevas subterráneas, en los jardines, en los cauchiles, por las veredas, aguas eternas de las eternas nieves, las que toma el aire y las regala a puñados en los rostros de la Reina. Ay, mi Señora, cuánto tiempo hace que no vienes por aquí y nos enseñas a amar a Cristo, a juerguearnos con Cristo, como debe ser, sin quiebra ni medida, alborotadamente, bajo los cimbeles de la Caballería Real, la que trona más que los truenos y hace temblar las piedras de los caminos. Yo te amaría, serías mi amor secreto, mi amor carnal, el más imposible de todos, mi velado amor para una tarde fresquita en las sombras de El Salón.

 

José María Torres Morenilla

 

 

 

 

 

  RÍO DARRO   

 

 

 

 

(Claustro de Santa Ana, acrílico de Torres Morenilla)

 

La verdad es sencilla como el agua, parece que se va y luego regresa. (  Público 25.11.2016)

 

 

 

 

Río Darro


Cuando el río Darro baja a Plaza Nueva

su sonido de agua tiene mucho de mí,

yo bajo por un río quebrado de mis recuerdos,

la corriente de mis sueños,

 con toda la vida entera que he vivido para ti.

 

 

Oh triste lágrima

inconsolable cayendo

por la belleza encontrada

 

 

Tu blanca sonoridad, tu dulce y cálido acento,

los paseos de tus tristes y el llanto de tus destierros,

los columpios de tus risas, los versos de tus requiebros,

la luz que anda perdida en tus rincones de ensueño,

las manos que me apretaron, los brazos que me tuvieron,

el amor que allí me diste y el frío dolor del recuerdo,

 todo te lo escribo a ti, por ganado doy mi tiempo.

 

 

Mira cómo gana y baja

por esta acera tu agua,

vira, surge, se acomoda,

se entrelaza y se allana,

suena gris por el sendero

como una larga cascada,

busca los peines del sol

con sus cabellos de plata,

 se adensa y se recoda,

se extingue y sobresalta,

al aire le dan tersura

sus sonsonetes de lata,

se anuda y se desencuentra,

 se encanta y se desencanta,

se precipita, se hunde,

  entre las piedras se embaba,

mírala, qué clara corre

cual desquiciado corcel

en busca de llanuras anchas,

y cuanto más clara cae

más clara miro mi sed

de ser agua de tu agua.

 

 

Los suspiros de Granada

 

Qué bonita es Granada vista de frente

con las casas abiertas y luz de poniente,

con balcones alados de viejas tejas

y una niña que mira tras de las rejas,

en Otoño lluvioso y nubes bajas

cuando brillan sus ríos como navajas,

yo me quedo parado cuando la miro

y se escapa ¡ Granada! en mi suspiro.

 

 

La música de Granada

 

Esa música callada que suena a todas las horas,

esa mirada tan suya volando con las alondras,

la hermosura de sus parques y su Vega extasiada,

la pintura de su nieve sobre la montaña echada,

el aire lleno de sitios inmemoriales y eternos,

la sagrada magnitud de sus torres en el cielo,

la vida tan regalada surcando entre montañas,

el silencio que engrandece los bosques de su Alhambra,

la beatífica mirada con que me miró de niño,

el habla tan espaciosa de dulzura y de cariño,

mi soledad acompañada de esta ciudad hermosa,

que me requiebra con aire y me estremecen sus coplas,

así se vayan los días y no se queden las sombras.

 

 

 

Recuerdos de los músicos de Granada

 

En horas blancas, por laderas que suben,

vuelan amorosos en el jardín sus rostros,

la débil lluvia como cálida escarcha

dibuja en el paisaje sus recuerdos rotos;

la belleza que es nube más antigua del cielo,

en halo de poesía viste de oro las cumbres,

acerca los arbolillos cargados de esbeltez

y deshace sus nombres haciéndoles de nubes;

entre las verjas rotas de los cercanos cármenes,

los rostros embellecidos resuenan como música,

las lágrimas calladas no paran de caer

y traban jeroglíficos sobre veladas musas;

lloran sobre el gozo del circunspecto ciprés,

sobre los montes morenos al resguardo de la luz,

están entre nosotros con sus perdidas presencias

y bambolean los cielos desteñidos de azur.

 

 

Los sonidos cansados

 

Con el paso espeso de la tarde viene

sin descansar el tiempo que pasó y ya es otro,

cansados músculos del día, inútiles recuerdos,

ahora son penumbras que en sombras se aniquilan,

el ruido, que es de agua, se arrastra como súplica,

quizás, porque el amor dejó pasar sus días,

 lento le llega ahora, entre los muros rotos,

en una tarde espesa, o lo parece al pronto,

que no deja de andar como lo hace el río,

ni de llenarlo todo con su sabor borroso.

 

 

Volver

 

Qué bien tus calles si las paso enamorado,

qué bien la noche para poder soñar,

qué bien mirarte y quedarme extasiado,

qué bien volver para volver a mirar.

 

 

La tristeza

 

La tristeza no escribe ni me canta al oído

con sus tristes canciones que hablan siempre de amor,

la tristeza es un nombre que quedó en el olvido,

 se olvidó de mi nombre pero a mí no olvidó,

fue el suave aleteo que provoca un amor,

cogidita del talle y la suave fragancia

de su boca encendida, levemente tragada

por mi mundo interior,

la tristeza no canta ni yo quiero cantarla,

me cantó la alegría

que ahora mismo me suena con lejano fulgor.

 

 

Un Otoño lluvioso, ya senil,

suspira y sus suspiros son navajas

que brillan en el río contra mí.

 

 

Aún me suena el río

y el abismo que se para

en sus cristalinos pies.

 

 

Granada

 

Granada, la que me llega, tan honda que hasta me besa,

la que repleta de brillo con su nombre me embelesa,

la de montañas de nieve con blancores de azucenas,

suave y presumida, rosal de rosas que ensueñan,

bulliciosa y juvenil, tranquilona y verdadera,

como una amistad perdida en medio de la belleza...

 

 

Las tardes del Darro

 

Triste y sonora voz que la costumbre

un camino ha sembrado de agua misteriosa,

una perdida estera, con voz calmosa,

la imagen del río, rota, en la fuente;

por ese camino van, con los ruiseñores,

los frescos andurriales de la Sierra,

senderos ocultos, fragantes, en la niebla

y los pasos alegres de la gente;

dolor y sal, llanto y pecado,

entre alamares verdes y rojas tapias

se asoma a sus balcones y se subleva

una Alhambra exaltada bellamente,

una parada en paz, guerra sin frentes;

sobre las anchas llanuras de poniente,

qué belleza y fulgor sirve Natura,

toda la tarde viste florituras

de brocados que enardecen su hermosura.

 

 

Ay río, que se llena con amores

y lo vacía el olvido.

 

 

La guerra de las palabras

 

Bien, bien, una guerra de palabras,

una clámide silenciosa sobre el acero montada;

suenan las chirimías y las voces centelleantes,

se levantan humaredas y las luces chirriantes,

se encienden los colmenares sobre las colinas henchidas,

se abajan los pensamientos y las miradas perdidas,

nada es consecuente así, pues nada sigue un hilo,

aquello, lo más hiriente, será lo más conseguido;

pasa un arroyo sereno, ajeno a la pelea,

también alumbra un lucero que contempla lo que sea;

se adivina, lejanamente, que el mundo había esperado

una guerra de palabras sobre el mundo levantado;

se apagan los viejos cines llenos de humos que huyen,

se acomodan en los asientos las voces de los querubes;

la gran montaña nevada brilla con senos picudos,

gravillas para sus faldas y para sus vergeles rubios;

picos, palas, oros, lienzos,

sobre el amanecer de plata brincan rudos los aspavientos.

Silencio tan capital, sobre la escena gigante,

repetir lo que se ha dicho es a veces lo importante.

Sin par, sin tregua, sin fin, que la guerra es la guerra,

el oro será el botín de aquel que se lo merezca.

Ah, qué descanso sereno duerme plácido el que vence,

la eternidad es el premio que concede a sus valientes.

 

 

Una noche en la Alhambra

 

Cálida nieve de dulce encanto,

donde las lágrimas no fueron llanto

sino las aguas de mi querer,

el fuego frío de tu mirada,

bajo la Luna que lo sembró,

besos y nubes nubes y escarchas,

tu hermoso cuerpo lo desnudó;

por paraísos y por estanques,

gratas fragancias del corazón,

se abrieron puertas, llenaron calles

las soledades de nuestro amor;

fuimos pareja mal avenida,

tú a tus cosas, yo por mi vida

y en dulce encuentro de tus caricias

la hermosa Alhambra nos concilió.

 

 

La frívola ciudad


De aire levantaron una ciudad muy hermosa,

con flores la malcriaron y alimentaron de rosas,

criadas pronto pusieron que la sirvieron más prontas,

lucía como un sol colado entre las ramas y las hojas,

mas desde niña sabía que sustentaban sus cosas

la ilusión y la utopía,

y así pasó, con el tiempo, estando en su lozanía,

un céfiro, brotado lejos de una aurora que salía,

ruidoso y de malos modos a ella la raptaría,

y la ciudad levantada en aires y en armonías

pronto se deshizo en vientos, huracanes y tropelías.

 

 

La fuente lozana

 

Ven a mí si te pierdes y en la fuente lozana oyes solamente el arrullo

del cristal de los sueños, de los sueños perdidos y también del destierro,

te hablarán de las noches si quedaron sin cielos,

de los fríos invernales que te echaron tan lejos

y más allá de la duda se llevaron tu tiempo

aunque tú los contemples como muros morados, derruidos, serenos,

 sosteniendo su muerte dignidad de su templo,

el erial de la vida cuando queda tan lejos

cuando todo es la música que llevas adentro

de lo que dejaste, el murmullo del verso

es delirio del mundo, con olvido y silencio;

ven a mí si te pierdes y no encuentras el cuerpo

porque todo ha cambiado y nada queda de aquello,

la amargura es un soplo, aterido, siniestro

que nos miente a sabiendas, lo pasado está muerto.

 

 

Contra el río

 

Contra el río yo te canto,

contra las piedras yo sueno,

tengo la voz muy quebrada,

desnudos los pensamientos,

 entre murallas de montes

 grita mi sonido el eco,

que quiere cantar y llora,

 y se calla en un sendero

 que sube a donde bajo

pero que nunca te encuentro,

contra el río mi voz se pierde

entre los muros del miedo,

se hunde en los arenales,

solo con mi llanto vuelo,

pues quiero ser como el río

 y como el río yo me pierdo,

entre las cañas oscuras,

de las sombras y los deseos,

con falso oro me visten,

me desnudan con desprecios,

 quiero amar al encontrarte,

 rozar tu cuerpo, de lejos,

 mi voz como azul campana

 solo suena su silencio,

  y ya no canta callada,

su música desde dentro,

en contra tuya me busco,

  y en contra tuya no encuentro.

 

 

El corcel blanco

 

Por el monte va un corcel llenado de su alegría

qué alegre se va mi potro dejada suelta la brida,

te mira y te desconcierta, cuando te mira te olvida,

 qué alegre se va el doncel montado donde quería,

los ángeles le apabullaban con místicas lejanías,

todo lo daba por bueno, que alegre así seguiría

trotando contra lo visto, desnudando a la poesía,

mientras la tierra redonda era poca a su hidalguía,

alegre se va el corcel, qué tristeza dejaría.

 

 

Frío

 

Frío, dame el cristal en que miras,

los paisajes que me hieren,

el sol que perdido pierde,

y dame tu soledad,

las manos en los bolsillos,

tu frente sobre mi frente,

dame tu llaga en la herida

que entra en la corriente

de la humanidad,

las palabras por ajenas,

el sordo rumor del humo,

la mudez con que me alumbras

el hueco que me acostumbras

dame tu generosidad

de no darme nada, a cambio,

de quitarme hasta el cansancio

de pasar por ser contrario

de hartarte de no hacer nada

dame tu heterosexualidad

tu nombre escrito en mi sangre

tu alambres que me pinchan

el bronco dorado oscuro

con que se escribe lo puro,

dame solo la verdad

tus pasos en contra de todo

las penumbras del tesoro

que nadie encuentra en la vida

cuando solo se camina

dentro de la frialdad.

 

 

En un palacio de la Alhambra

Aún me queda el rosa de tu carne

 los velos blancos que bajan estremecidos,

los espejos verdes, exactos, trascendidos,

la placidez de las sombras y la quietud del aire.

 

Aún me suena el silencio de tus siglos,

la claridad del Sol entrándote a raudales,

los cauces somnolientos, esmerado el paisaje,

la túnica lumínica escrita con sigilo.

 

Aún me llevas, sabiendo como sabes,

desde el ínclito lugar que das cobijo

al estrecho filón que ensanchas con alivio

de tu belleza y primor del clasicismo árabe.

 

Oh fecunda Granada, abierta como fuente,

Oh sueño inmortal, sereno e indulgente,

derramado y seguro, enhiesto y reluciente

¡ en el cielo clavado, en luz, sobre tu gente!

 

 

Susurro

 

Susurro grítame hoy,

caliéntame con tu aliento,

serenamente olvidado,

entre la bruma despierto

con tu amanecer desnudo,

con tu noche y con tu sueño,

susurro cántame hoy,

que al parecer no me encuentro,

devuélveme del todo a mí,

aletéame en el fresno

de tus hojas delicadas,

con tu caricia de viento

vuela sobre mi mejilla,

como repentino beso,

lléname con tus olas,

el embrujo de tu vuelo,

a ras de mí y de la vida,

cuando lo cercano es lejos,

llámame, sin nombrarme,

pasa tus alas cual tiempo,

y pasa también de mí,

con tus pasos hacia lo eterno,

porque la vida no grita

y tampoco es silencio,

acompáñame entre muros

que se me caen de viejos,

como mi juventud que huye

cuando yo vivo por dentro,

como viento, como voces,

 palabras que nunca digo

y siempre callan mis versos.

 

 

La vida del poeta

 

Siempre hay la posibilidad de estar sentado,

de quedar bien delante de tu mundo,

de aletear el alma y con el cuerpo

sentir que no se siente nada cuando cambias;

siempre hay la posibilidad de abrir paisajes

y de ocultarse luego con cualquier cosa,

cambiar nuestra humildad con lo que se roza,

el aire sutil, sentirse aire;

siempre hay la posibilidad, y así lo digo

de modo explícito y llevadero,

hacer, hacer, cuando el trabajo insiste,

y no hago más que decir, yo no hago nada;

siempre hay la posibilidad y esta se encuentra

en antiguas zanjas y lavaderos viejos,

donde el agua corre, se estanca y se enjabona,

caracolas le salen, pompas de estaño;

hay la posibilidad que es cosa abierta

aunque el mundo se encierre en gruesas tapias,

 luego queda el día si el ayer quedaba,

lo sé amor, y te lo digo al modo

 más usual de un poeta: sin hacer nada.

 

 

La princesa

 

Dormía la bella princesa embrujada por el sueño,

sobre sus largos cabellos pasaba el río sus misterios,

el crepúsculo la vestía de rojos y suaves destellos,

sus ojos, aunque cerrados, miraban paisajes llenos,

las hermosuras trabadas entre arcos circunflejos,

álgida e inalterable como de mármol sus senos

dormía placidamente elevada como un templo,

esperaba del amor despertarse con un beso,

la gente la contemplaba y admiraba su embeleso,

como torres sus dos hombros, su vientre lleno de espejos,

el agua la reflejaba y susurraba entre quiebros,

mientras la luna de nácar le bajaba sus reflejos,

qué bella y joven dormía la reina del dulce sueño,

vestida como una novia, transparente como el viento,

sus vestidos de alabastro y sus desnudos perfectos

esperaba que un amor la despertara de un beso

pero solo fue un rey quien desvaneció el secreto

y siendo joven mudó del todo en un momento,

se rompieron sus columnas y el cincel del pensamiento,

decayeron sus palabras exactas de su buen verbo,

y nunca fue luego ella, ni la vida fue un misterio

que el poder cuando nos besa nos deja luego más muertos.

 

 

Los que se fueron

 

Por qué no vuelves río del revés

y devuelves a mi gente,

la gente que se ha ido por tus veredas,

hasta desaparecer,

por qué la tierra se los tragó y nunca más los veré;

oh río lúgubre y preclaro bajando siempre,

pareces el mismo río pero tus aguas se llevaron a mi gente.

 

¿ Por qué no te vuelves río del revés

y devuelves a mi gente?

las palabras de ellos confortables, sus miradas complacientes,

los ruidos y las risotadas,

incluso mi soledad,

mi soledad acompañada de la gente que yo amaba,

y tus aguas transparentes.

 

 

La Granada de siempre

 

Es un fruto que ha caído de mi árbol primordial,

ni recoge, ni recuerda, deliberadamente se queja

de algo que fue inmortal,

silenciosa y oscura, de claro sabor a Sierra,

en la huerta se renueva y me sabe esconder,

tiene jardines y plantas, hundidos los socavones

y por todos sus rincones se escucha sonido a mar,

caracola de mis sueños, escrita sobre el deseo,

no es la luna ni es corriente sino de largos paseos,

meneando a sus fuentes y a la tarde se embellece del cercano hontanar,

vetusta saca de quicio pero es un claro resquicio de flores, tumbas y brisas,

 es jardín de las delicias,

mi Granada y nadie más.

 

 

La lluvia

 

Jugaba Granada un día rompiendo todos los charcos,

por la Cruz, la Alcaicería, el Realejo y el Darro,

la Sierra que tiritaba, se tapaba con su manto,

los ríos acojonados se mezclaban con los barros

el Sol nunca aparecía con la bandera en su arco,

las palmeras ateridas, los olivares mustiados

y el agua llovía y llovía y Granada, sin desmayo,

 jugaba muy divertida, rompiendo todos los charcos.

 

 

Las voces de la Alhambra

 

He contado a todas, muchas, y entre ellas tú no estás,

oh silencio de cristal, alas del viento, miradas del pleamar,

la soledad se acompaña solo de la soledad,

¿ quién cerrará sus ventanas? ¿ quién sus ojos cerrará?

suben sobre sus cuestas, perfumadas de arrayán,

los olvidos que se han muerto heridos por el leviatán,

con tarascadas del viento y sombras de la vanidad;

he contado a todas, muchas, y entre ellas tú no estás,

la grandeza de la Alhambra es también tu soledad,

oh silencio capital que llega desde la ciudad,

los olvidos y los desprecios en tu alma de cristal,

 la soledad que es tan tuya en tu Alhambra quedará,

entre los bosques, profunda, tu voz nunca sonará,

¿ quién cerrará sus ventanas? ¿ quién sus ojos cerrará?

 

 

(Árboles en el río, detalle, de Torres Morenilla)

Árboles con manos frías de orfebre

Árboles dorados juntos que por la noche se entregan

llevados por el silencio, preguntas que al aire dejan,

encerrados y luminosos bajo la espesa penumbra,

esperan, entre tinieblas, que el buscador los descubra

árboles soñadores que siempre están muy despiertos

y son trazados por hombres en sus manos como vientos,

que trabajan sin ser vistos, cuando la tarde no alumbra.

 

 

Postal del río Darro

 

El río culebrea por el tablero del monte

brilla tan suavemente que susurra la amistad,

el sol rojo penetra en el peine de las torres

 y un aire fresco se llena mansamente de ciudad.

 

 

Versos de la amistad

 

Ten el calor de mi pecho,

el arrullo de mis besos,

mi mano sobre tu hombro

el cigarrillo que gozo

mis nubes más consideradas,

ten la amistad de Granada,

 

el aire que te estremece,

el amor nada más empiece,

las jarchas y las canciones

cascadas de ruiseñores,

mi Alhambra más coronada,

ten la amistad de Granada,

 

ten mi voz hecha de jaspes,

mi agua que desbordaste

mi barro y mis jazmines

mi mundo de colorines

mi palabra desatada

ten la amistad de Granada,

 

quédate entre mis sombras

mi estanque lleno de ondas

la alegría de mis cuevas

entre mis noches serenas

alégrate hasta con nada

ten la amistad de Granada,

 

en el calor de mi pecho

en el aire de mis besos

mi cielo lleno de nubes

te conforten los querubes

en tu alma ilusionada

ten la amistad de Granada.

 

Estás ahí mirándome en silencio,

a veces fuiste yo y aún creo lo eres,

 me mirabas desde tu amistad remota,

el río te trae hoy en su cristal insonoro

tan débilmente herido y tan discreto,

sella con tierra, con árboles y con llantos

la postal de ensueño de tu amistad perdida;

 

estás ahí como pregunta quieta

que en la raíz del hombre fue tu llamada,

con todo el tiempo hermoso inalcanzable,

mágica la Alhambra vuela sobre nuestros rostros

desde su manto oscuro de pasillos y de templos

y los ojos vacíos de sus minúsculas ventanas

de blancas columnas finas que nunca nos sostuvieron;

 

estás ahí, cristalizado, eterno

con tu amistad perdida desde las cumbres insonoras

mirándome a la luz desde tu rincón oscuro,

temblando como un árbol barrado por el viento

y la quietud mortal de la ruidosa piedra,

fuiste tanto yo que me da miedo saberlo,

pues nada pertenece a quien nunca fue dueño.

 

 

A este lado del río suenan los pájaros,

los árboles sedientos beben sus charcos,

 se oyen los mil gustillos de los rebaños,

la yerba arrancada y rota, el sol contra los jazmines

y sobre el campo

pasa la mano fría con olas del desengaño,

a este lado del río hay amor,

y aunque esté mal decirlo, nunca es extraño.

 

 

Los pájaros negros

 

Por qué súbitamente vienen los pájaros

y con su tristeza me hacen estremecer,

oh tú río sagrado, de las rituales aguas,

que naces pronto en la cueva y mueres pronto al nacer,

un vívido fulgor precede a tu no ser,

los pájaros oscuros se marchan con sus vuelos,

cuidadosos y discretos, humanizados siempre,

parece que llegaron sabiendo mis secretos,

un vacío más enorme adentra el anochecer.

 

 

 Granada vino a mí

 

Siguió a mi nombre en todos los sitios,

vestida como una reina, alta, asombrosamente verde y oscura,

mi primigenia fuente de inspiración y de los verdaderos poetas,

pintada armoniosamente como alfanje y como diosa,

Granada se vino a mí todos mis días, la eternidad incluso,

cosida, corte con corte, a todos los tejidos de mi nombre,

los dos unidos para siempre desde el costurón que me la arrebató,

incluso con sus oscuros rincones que eran mi secreto,

vino un domingo luminoso lleno de horas

y me gustaron luego sus barrancos viejos hechos de barro

 las casas que se caían de puro viejas,

 los murales que ya nada guardaban

y hasta su nieve calienta mi corazón,

ya que yo no voy a Granada Granada se vino a mí, 

para que luego digan.

 

 

Viene del monte otro monte,

de tu vega el ensoñar,

vienes cuando más me voy,

sueño en ti al despertar,

vienes y me alborotas,

mi alma sacas de un mar

tranquilo si no me buscas,

eres también soledad,

me llenas con tus palabras,

me vacías con tu verdad,

vienes y siempre regresas,

te miro y es mi mirar,

como dos montes tus pechos,

como el aire el respirar,

tan honda como un secreto,

cálida como un volcán,

mojada brisa de nieve,

abrazo que es encontrar,

seguramente me amas,

lo de menos es amar,

lo importante es que te quiero,

y hasta me haces llorar.

 

 

Escribir sin conciencia, por cantar

silenciosamente como lo hace la noche

que repone todas mis fuerzas,

sabiéndome y sin cantar,

sin una mala conciencia, y despertar.

 

 

Ruido de gente

 

 La soledad para la torre de la iglesia sobre el río,

en los muchos amigos

están los bosques exuberantes,

el ruido es la música sublime de la humanidad,

 los instantes de vida compartidos.

 

 

Agua limpia que discurres entre su casa y mi casa,

me unes, me acercas a ella, y otras veces me separas...

 

 

Los lamentos

 

Lamentablemente la vida es a veces una tragedia,

podría haber sido distinto y seguiría siendo vida,

bastaría la buena voluntad, pero dónde habita,

quién la conoce, seguro que la vida no es vida.

 

 

Verdad

 

Ay verdad qué bien me sabes

aunque no sabes a nada,

qué bien me acoges,

aunque me dejaste solo,

qué bien me amas

aunque nunca me lo digas,

cuánto me das

aunque me lo niegas todo,

qué mía eres

aunque no me lo parezca.

 

 

Las nubes

 

¿ Hay algo más verdad tras esas nubes

que me miran más de mí desde la altura?

¿ Hay algo más de mí si en mí se apura

y me hace llegar hasta las cumbres?

 

 

Soledad

 

La soledad se cruza en el aire,

quién me dice a mí que a veces no haya querido hablarme,

eh, tú, chalado, estoy aquí más sola que tú,

el aire que se la trae el aire se la lleva,

y me deja más solo todavía,

ya no corre ni una pizca de aire,

la tarde está vestida del cuello a los tobillos,

un calor inaguantable se llena de mis recuerdos,

menos mal que tengo un plato caliente en casa,

en eso estaba pensando.

 

 

Medio camino lo trazó la soledad

 

Un camino tan bello para mí siempre fue una solución,

pero lo cierto es que lo recorrí demasiadas veces solo,

  la belleza es una cárcel con sus rejas de cristal,

la solución es el hombre cuando quiere serlo.

 

 

 Foto de Manuel Rodríguez García

 

 

 Generalife

 

Alameda florida, parque sin dueño

flores que al paraíso salen huyendo

y un viento frío

que de la Alhambra vino a mi delirio.

 

 

La fuente

 

Un poema es tu vaso de cristal,

una lluvia de tu agua enamorada,

sonrisas de la luna acristalada,

una de tus miradas más calladas.

 

 

Los secretos de las fuentes

 

Me gusta pasar contigo por surcos y por avenidas,

recorrer todo tu cuerpo y hasta lo profundo estar,

hacer de mi cuerpo el tuyo, tan de seguido a ti;

me gustas, no es un secreto, hasta yo mismo lo sé,

las palabras se me enredan como arcos transparentes,

y en medio todas las fuentes, que nada saben decir.

 

 

La imagen puede contener: cielo, nubes y exterior

(Rincón de la Alhambra de José María Torres Morenilla)

 

Prodigiosa Alhambra

En la Alhambra, 23 de Octubre de 2015

Prodigiosa poesía que sigas siendo hermosa,

sentada bella en tu salón dorado,

que pase el mundo viejo y jorobado

y tú la reina recibas asombrosa.

 

Prodigiosa la lluvia que exaltas celosa

y desborda cauces en tu rincón alado,

pues vuelas quieta y el tiempo lo has sembrado

 del aire que perfumas como mujer preciosa.

 

Te quiero prodigiosa, tan llena de colores,

 tan exquisita y bella, en tu mirador de oro

abriéndome a los ojos los más dulces amores.

 

Hazme cautivo a mí en negros corredores,

entre las rejas y las sombras de tu tesoro,

¡ reina del poderío y los ruiseñores!

 

 

La soledad solo es bella

  cuando se pasea por Granada.

 

 

En el silencio de Granada

las sombras caminan descalzas

y con suerte hasta desnudas.

 

 

Volveré

 

Un día vendré y me quedaré

no me digas mujer

que la puerta está abierta,

si no lo sé,

sé que un día vendré

y me quedaré

no silbarán las balas

ni dolerán las ventanas,

 no las oiré,

un silencio primordial

me besará en la cara

y la solemne campana

con su música callada

me vestirá,

en una clara mañana

ese día sonará

y me amarás

si yo te amé,

volveré.

 

 

Calle partida en dos,

las dos mitades,

 una que mira al Norte,

la otra no mira nada,

una baja deprisa,

la otra sube parada

 por donde yo me divierto

hasta las tantas del alba,

la luna es un gran río

solo de vino sin agua,

cuando bajan los luceros

a encenderse en Granada.

 

 

Los lirios azules

 

Poema que tú me cantas y que me hace llorar,

fuente donde me quebrantas, surco donde ya no estás,

delirio de un verbo roto, cansado de tanto andar,

preguntas que sin respuesta me contesto sin pensar,

tu poema ya está escrito, es la inmensa soledad,

rincón de valles y de huertas, viejo sonido a callar,

piedras rotas, rotas tapias, roturas de agua y de cal,

tronchada flor que en tus labios no me cesa de besar,

hacia la honda mirada de un río que ya no está,

ay amor, qué gran desgarro siento en mi alma al dejar

 tu hondo sendero oscuro de grande luminosidad,

por el camino de piedras, silencio de la soledad,

hacia los valles profundos do el sol me calentará,

 y las palabras calladas que nunca dejan de hablar,

el negro color del cielo se hace lirio al despertar.

 

 

Los versos escritos

 

Palabras de cristal, entre bosques guardadas,

mosaicos coloridos que brillan con el sol,

palabras tan mojadas por las fuentes tan claras,

mensajes de poesía, de belleza y de amor;

palabras que se mueven como alas del viento,

que se sientan complacidas en el gran mirador,

palabras que se dicen como arrullo amoroso,

que se quedaron siempre en nuestro corazón;

que subieron tan leves a las torres bermejas,

entre sombras bruñidas del luciente arrebol;

palabras musitadas en los siglos pasados,

que aún siguen tan nuevas en el mundo interior;

jardín de los deseos, paraíso escondido,

a cada uno llevan el gozo de la flor;

perfumadas siembras colmadas de miradas,

en techos jalonados de cielos con primor;

con olor a las tierras lavadas por el cierzo,

con los chorros que exaltan el apacible don,

son palabras tan solo que se escapan del alma

movidas por la música de la mejor canción.

 

 

Camino del cementerio

 

Por el monte de los quiebros

quebrado sube el sendero

de olivos y cipreses viejos.

 

Un aire grave en meneos

de nostalgias inmortales,

se turba en el cementerio.

 

Entre tumbas solitarias,

llenas de flores de muertos

se muere la muerte en medio.

 

-Oh céfiro de la noche

oye el grito y el silencio

de mi hermana soledad.

 

-Oh záfiro, tan temible,

de denso cristal, no guiñes

con sombras la eternidad.

 

La Luna, clara y monótona

desde su cumbre empañada

baja su mano redonda.

 

Lazos de piedra desata,

el movimiento, no deja,

nunca, de romper lo roto.

 

 

Fuente del Paseo de los Tristes

 

La gota densa del cielo cae,

sobre la fuente, más gotas caen

se llena el aire de esferas voladoras,

a un paso el río antiguo y vagabundo,

corre con sus pasitos, repletos de esas gotas

densas, como de plomo, de vuelos sin ideas,

enaguas de tormenta en un cielo raído,

ya luz, luz sin luz, extrañamente bella

para la noche que empieza a punto de acabar.

¡Ay, tanto mirar lo alto!

atrás volver los rostros de su mirada eterna,

día a día consumida, la vida era nuestra,

y extasiados por ti de tu nombre fuimos llenos,

y acabamos por ti completamente muertos.

 

Y soledad, mi cuñada, posada en el alféizar,

recogida de culo, conformada en sus hombros,

mirando en la ventana a tu vega indecible,

desde la composición irreal de una hora compleja

con su día goteado y densado de azul.

 

El sonrojado sol te colorea de vieja,

como un áspero acorde de torres inacabadas

tu antigua catedral al otro lado suena,

en tus entrañas un hombre, huido de su carne,

como un humo oscuro, choca entre tus calles,

del color de tus tapias y tus antiguas aceras.

 

La tarde se entumece, se asorda atormentada.

 

 

El tiempo de un enamorado

 

 Cuando reí, cuando pasé por fuera,

cuando mejor estuve y fue contigo,

cuando quise morir, y aún prosigo,

cuando perezca al cabo y cuando fuera.

 

Cuando estando tan solo no tuviera

ni ganas de abrazarte como amigo,

cuando me encuentre mal, como un castigo,

cuando me muera dentro y no me muera.

 

Cuando me escriba versos de la muerte,

cuando estando ya muerto y acabado

me asome con mi alma para verte,

 

será tiempo de amor si en lo callado

de lo más mío de mí, y por tenerte,

clame por ti mi voz de enamorado.

 

 

El sol cuando amanece

 

Ardiente sol que en la montaña luces

tu disco alegre de radiantes brasas,

canícula estival que en la tierra abrasas

con paso inmortal que en rigor conduces;

 

brillante espejo de tu escudo aduces

lo más de ti que en el albor enlazas,

dorada siembra, irresistible pasas

con fúlgido fuego de esplendentes luces.

 

Borra el cielo su azul en cuanto piensas

en tu bella tierra a la que enamoras,

eres su reloj sin pausa y sin horas,

 

y en los sutiles rayos, en paz, comienzas

a unir tu rostro y tus llamas intensas

con que, enamorado, a tu amada adoras.

 

 

La Carrera del Darro

 

Oh río de la humanidad corriendo en contra del río,

las aceras y los puentes entre murales antiguos,

los árboles amontonados se echan sobre el abismo,

un surco de estrellas rojas cruza los montes partidos,

por el río de Granada sube Granada a sus ritos,

la Alhambra puesta en lo alto se asoma al precipicio,

el aire lleva fragancias de medievos muy antiguos,

 el río de la humanidad corriendo en contra del río.

 

 

La llama amorosa

 

Ya liba de azul el sol dorado derretido

y sobre la mar vuelan las alas de la espuma,

a por la miel van las obreras aguerridas,

en campos del amor bullen premuras.

¿ Dónde estás tú, mi amada, llamada antes

que en la lejana aurora sangrara el sol?

Pues todo ama y es amor, y yo estoy solo,

la soledad me pesa con su carga repleta

de manzanas mordidas toda la noche entera.

Ya llama Primavera y yo no puedo oírla,

echado como estoy sobre la misma espera.

 

 

El agua y el árbol

 

Te quiero roca y raíz, roca y cemento,

en una mar tan bronca dura enramada,

te quiero contra tus nervios, enamorada,

luz que se sublima en ti, agua agotada,

te quiero todos mis días desde la madrugada

a despertarme en ti, y tú totalmente entregada.

 

 

 Granada, Joaquín Sorolla ( Óleo 1910)

 

Las alegres tardes del Darro

 

La Alhambra sobre los montes cabalga inmensa,

y fulge cual soberana como una reina,

mientras la tarde se queda entre la plaza,

 bebida con alegría llena de guasa,

el cielo se mancha en rojo y abre sus venas

 y pone vívida sangre sobre las almenas.

 

 

Granada me canta y suena

como un reguero perdido

en medio de la belleza,

claro norte de mis sueños

donde pierdo la tristeza,

desde el alto campanario

de sus ondas reverberan

las canciones que en el viento

me cantan todas sus cuestas,

tan mansamente en sus ríos,

iluminada y entera

por sus calles y avenidas,

por sus noches y sus estrellas,

la mirada que me mira

me llena de su guapeza,

por ser reina de mi vida,

lo mejor que hay en la tierra.

 

 

Oh mi tierra de andar,

mi dulce encuentro,

donde voy enamorado y más enamorado vuelvo,

oh mi tierra de estar, mi grato sueño,

donde yo sueño dormido, y más sueño despierto,

mi tierra de oro y grana, como un torero,

dibuja en mi corazón los pases rojos de ensueño,

tierra mía que a lo lejos

te siento hasta respirar, y eres mi adentro.

 

 

¡¡ ESPAÑA!!

(1966)

 


Ebrio de tu hermosura

me llenaré de tu nombre,

pues el nacer hijo tuyo

me vale también ser hombre.


Los blasones y los pendones

en el dulce balanceo

de tu sencilla bandera

tremolan en mis canciones:

¡ España!, ¡ España!, ¡ España!

 

 

 

El rincón del Darro

 

La vieja estampa se repite a diario, cobijada en la iglesia

que le presta su incienso y letanías doradas

como limones viejos para el lecho del río.

 

 

Los árboles

 

Árboles, árboles, miles de árboles,

que la palabra aún no ha oscurecido,

en la clara luz, esencial, del sol,

sus verdes hojas de mil colores hechas,

sus vuelos estremecidos, sobre el flujo de los ríos,

en praderas azules el cielo de sus copas henchidas,

posadas sin peso al paso de las brisas,

¡ oh sueño inmortal de los árboles en el universo!

que perfuman el aire y al agua dan sus vestiduras

suntuosas, orillas de la tierra confundida en su vuelo;

árboles, árboles aún posados en las riberas

en el límite alto de la mirada, como centellas

del fuego frío de la creación, recreándose en los árboles,

la sinfonía de los colores verdes, la esencia de la música

suena como una inmensa pradera llena de verdor,

árboles, árboles que suben los cielos de su pureza

en la tierra hundida, apurando la economía del mundo,

las flores y los frutos, sus perfumes y sus sombras,

nervios de la vida, que respiran con sus pechos llenos

de árboles, árboles, miles de árboles, más que de estrellas,

más hermosos y rotundos en el paisaje,

a su costado, yo sueño el más justo de mis sueños,

como hijo suyo caído de sus copas, árboles, árboles...

 

 

El jardín abandonado

 

Jardinero, si tu jardín dejaste solo,

en medio de los mundos, distante y olvidado,

aún crecieron las rosas del otoño

tan preciosas y sutiles como has dejado;

siguió el limón llenando de tersura la mañana,

y sumisa la celinda se desnudó los labios;

tal cual dejaste y más crecido espera,

en el rincón la paz que solamente es su canto,

que vuelvas a las flores y a los frutos, que aún te sueñan,

y encuentres tu jardín, para cuidarlo.

 

 

Generalife (Torres Morenilla)

Paré por verte Deseada

 

Parose el tiempo por mirar sus días

y parado se quedó ya para siempre,

el que mira el ayer tan de repente

el ayer se lo traga para siempre;

 

paré por verte, Deseada,

y mi vida se paró para quererte,

el que mira el ayer tan de repente

el ayer se lo traga para siempre;

 

y luego de adornado y precavido,

llegué a más y olvidé mi presente,

el que mira el ayer tan de repente

el ayer se lo traga para siempre;

 

tragado estoy, soluto y digerido,

solo soy yo en lo que queda al verte,

el que mira el ayer tan de repente

el ayer se lo traga para siempre.

 

 

La Torre de la Vela de la Alhambra de Granada de J. Mª Torres Morenilla)

 

 

Jardinero de la rosa

 

Cogeré tus momentos más felices

y en mí haré vivirlos para siempre,

regaré con mi agua a tu huerto,

te daré con mis ojos lo imposible;

cantaré tus canciones más escritas

con un gusto indecible por lo nuestro,

me haré amor, me haré tu siervo,

quien decline para ti lo increíble;

tendrás mi pecho y mi corazón sangrante,

la clara luz que alumbra tu camino,

tendrás mi voz, mi cuerpo dolorido,

tendrás mi fe, mi mundo incambiable;

también tendrás tus horas más pacíficas,

aquellos tus momentos, los más solos,

el paisaje callado, una palabra en paz,

yo creo que al final vas a tenerlo todo.

Por ti, por ser quien eres y aunque te digan nada

ese mundo infeliz nunca a tu lado,

porque todas las injusticias se juntaron

se hará justicia una vez y serás cantada.

 

 

Ausencia de mujer

 

Ausencia de mujer, ausencia,

el jardín está lleno de tu ausencia,

el aire como estancado, de oscuro musgo la piedra,

la luz completamente olvidada,

todo parece mojado de tu ausencia;

las flores ya no son flores,

ni el cielo que siempre fue azul es azul sobre mi tierra,

una fuerza blanca grita por dentro de mí tu ausencia,

son como antiguas fotos perdidas en cómodas viejas,

retazos de un pleamar de tu fragante presencia,

besos que me dio la mar con dulzuras de tinieblas,

palabras, versos, la rima de tu profundo poema,

toda la vida me pasa por encima de tu ausencia,

colgada en los portales, perdida entre las huertas,

el jardín está vaciado por tu ausencia,

ausencia de ti, mujer, ausencia.

 

 

 

El poema de la rosa

 

Una rosa no es rosa si es la rosa,

si su fragancia suena más que huele,

si se describe rosa, si no vuele

parada en el jardín de cualquier cosa;

una rosa no es rosa si tú me quieres,

si me devuelves el aire de tu esencia,

si te haces de rosas a mi querencia,

si me regalas rosas, y me prefieres;

jamás será la rosa la simple rosa

que acaricia mi alma con su arrullo,

ni la rosa será el amor tuyo

cuando te miro exánime desde mi prosa;

 que mi rosa es poema desbaratado,

todo lleno de amor y rotas hojas,

rosas de mi dolor, en flor sacado,

perfumado jardín de mis congojas;

y la rosa eres tú que andas y picas

con tu pasito en flor de enamorada,

la rosa es el manjar con que salpicas

mi alma loca a tu alma atada.

 

 

Fuente lozana

Fuente lozana de la bella moza,

por la mañana,

canta el pájaro nupcial

la alegría desatada,

dos caños y dos cendales,

dos surcos y dos monedas

dos fuentes que chapotean

en sus caderas mecidas

la alegría del que llega,

la claridad consentida,

y el abrazo que me da

 la que me llena de vida.

 

 

El ruido del Realejo

 

Háblame, háblame de Granada,

run run, los nombres de todas sus calles, los nombres de todas sus tiendas,

háblame del dulce encanto de sus terrazas,

y yo al oírlo me vaya por todas ellas,

de su vino abundante y de sus fritangas,

háblame de Granada y sus famosas mujeres

que bailan por los tablaos y por las fiestas,

háblame run run de sus plazas y me sentaré en ellas,

 la dulce placidez de su verbenas,

las calladas riadas de sus aceras,

la dulce algarabía de sus guitarras,

sus chiquillos jugando sobre las murallas blancas,

háblame run run de Granada, yo la perdí

y luego las mañanas me llegaban vacías,

lléname de Granada, run run, quiero oírla,

que Granada suene quebrada como un río,

profunda como un río, como el agua del río,

con el brillo del río, más hermosa que las estrellas

y luego cállate, run run, deja que el silencio ensombrezca,

 la noche se llene de su herida luminosa,

y yo al oírlo recupere aquel silencio suyo

 

 

Donde quiere o donde puede

 

Por el camino regresan los que el camino dejó,

vienen con sus alhajares y sus vestidos de fiesta,

parapetado, en unión, sonríen y nos meten miedo,

¿ no decían que lloraban bajo la mágica luna?

nos decían que temblaban como cañas de bambú,

vienen a miles, ellas con faldas muy largas,

ellos con fajas y navajas, las viejas con negras enaguas

y los chiquillos conservan su mágica angelidad,

lo que el caminó vació el mismo camino llena

y no es una fiesta, pues no se les oye cantar,

es el aire que los lleva de aquí para allá,

donde quiere o donde puede.

 

 

Torres desmoronadas

 

A veces las fortalezas tienen cierta inclinación

y levemente en la brisa parecen como temblar,

a veces los torreones como que también vacilan 

y se estremecen las rocas

y hasta el mismo sol dubita

 quebrado de soledad.

 

 

Agua que corres oculta,

llanto del silencio a gritos,

yo, corona del viento,

 en tus torres me derrito.

 

 

 

 El Paseo de los Tristes

 

Qué alegre el camino viene

cargado con tanta gente,

qué alegre mi corazón,

con el aire que me llega

mirando a quien me quiere

y a quien le quiero yo;

cuando paseo por Granada

cuando me siento contigo,

cuando se escapa un suspiro

que solo lo oigo yo,

qué alegre baja el camino,

 qué triste lo dejo yo.

 

 

Agua del Darro

 

Agua que es solo agua,

y perdiéndose te encuentra,

agua para mirarte

y susurrarte un poema,

sonando como un reguero

de su alegría tan nueva,

amansada por ser fértil,

canturreando su pena

y es solamente agua

que baja por las veredas,

surco de nieve y de rosas,

se derrite y se renueva,

susurros de un corto río

que en poco oro te premia,

oscura como la noche,

iluminada en la vega,

agua de seguir cantando

que te roza y que se aleja

y aunque se vaya de ti

sabe que siempre se queda.

 

 

 

AL ENCUENTRO DE GRANADA

 

 

Baja el río,

más que río es una fuente,

agua y nada,

 para morir de repente

en los brazos de su amada.

 

 

Caliente como la tierra

que bajo el sol se consume,

muere el rumor de la nieve

y se pierde entre las nubes.

 

 

Ellos se fueron y nos dejaron barro,

aquella tarde obscura cuando el sol murió

el viento acompañaba la tristeza del río

y las sombras buscaron el refugio de la noche.

 

Ellos se fueron y nos dejaron áfonos,

con nuestros viejos recuerdos encadenados,

mirándonos las manos estúpidas y vacías

si alguna vez pidieron nuestra ayuda antes de irse.

 

Ellos se fueron y nos dejaron el llanto,

prisioneros en la gruesa cuerda de la calle,

más solos que el espejo de nuestros amores,

como nubes palpitantes escritas en las paredes.

 

 

Guitarra que en la noche suenas,

negra de la luna loca,

encendida por las zambras

y adormecida en las sombras,

el río que abajo te escucha

 se sube sobre las lomas,

para mirar tu rubor

 sobre la bruma y la alondra,

  copia de ti tus dibujos,

y garrapatea tus olas,

suena guitarra en la noche,

 cuando yo me quede a solas

y háblame de tus secretos,

que aprenderé de memoria.

 

 

Donde la luz se desnuda y las sombras se encandilan,

 el aire dicta su verso de pluma en la cuartilla,

la lluvia que está muy loca los campos llueve de prisa,

las alondras quieren huir y la nieve está aterida,

los días dejaron de ser en horas negras malditas,

 un ruiseñor, también loco, se pavonea en su levita.

 

 

No los lloréis el aire guarda sus risotadas,

las alondras caminan ligeras sobre sus palabras

y hasta el virginal sol conserva su calor corporal,

nada de la vida se pierde cuando se pierde la vida,

 el amor de sus abrazos abraza la eternidad.

 

 

Oh manjar que danza el aire,

silábico tránsito de musas,

que en las pilastras se sale

como mujeres desnudas.

 

 

Llega el viento

con sus nudos de raíces

y les deja un baile sutil, estremecido,

mueve las hojas atrás tan grises

salidas como unas lágrimas

de un corazón herido;

en las paradas horas

sobre el cobijo de la tierra oscura

 cansado de crecer se muere

por el jardín herido.

 

 

Resultado de imagen de cristo de los gitanos  de José Risueño del sacromonte

El Señor de los Favores

Lamentaciones de Jeremías Thomas Tallis (1505-1585)

 

Imagen del Cristo de José Risueño,

llamado de los Gitanos, en la Abadía del Sacromonte

Procesión en el monte, el Cristo pasa

entre nubes oscuras de las plegarias,

entre blancas hogueras de su querer,

como nube entre nubes se deja ver,

y se hunden en el río sus amapolas

de los cirios y humos en procesión,

candelabros de plata sobre los pechos

que refulgen de bronces el corazón;

acongoja en el aire un gran silencio

y el cielo se enluta con los lamentos,

una música calla, como cristiana,

soledad de los cristos de alma llana,

el Veleta se enciende de oscuridades,

por el camino andan todos mis males,

ay Dios que mi vida pasa como de lado

y no llega a la cuesta de tu costado,

en el alma la noche es una canción

que se bebe su vino con devoción.

 

*

 

Granada, interior de la Catedral, dibujo de José María Torres Morenilla

 

 

"Nunca he querido dioses crucificados"

L. Cernuda

 

Laudatorio

Laudamus te y Gloria  A. Vivaldi (1678-1741)

Елена Кумановская

 

Dios crucificado, un hombre solo,

en el campo infinito de lo pequeño echado,

en la raíz de hierro a la madera clavado.

Clave en mis ojos el ancho mesianismo de su palabra:

" amaos los unos a los otros"


locura es para el irredento hombre,

pues por hombre morirá, por hombre muere

en una cruz inhábil, madre de las cruces

y su palabra cuelga:

" como yo os he amado"

 

 

 

 


 

 

REFLEXIONES

 

LA ÉPOCA FELIZ

 

 

 

 

 

 

 

LA ABADÍA DEL SACROMONTE DE GRANADA

 

 

 

 

Mi colegio, La Abadía del Sacromonte, que parece un conjunto del pintado medievo, junto al muro espléndido del renacimiento español, pero hay más cosas y aún más viejas, catacumbas romanas de los primeros cristianos españoles. " Insigne Colegio de Teólogos y Juristas del Sacro Monte", la parte más nueva, el edificio del fondo es como un Escorial con sus muchas ventanas rectas, sus escaleras de mármol y su grandiosidad en el monte, ha quedado ahora como un cascarón debido al fuego. Es la Granada eterna. Qué bien estuve en ese Colegio, sus tradiciones ancestrales sobre San Cecilio, patrón de Granada y primer obispo, las catacumbas sobre el lado derecho y primitivo de la Abadía, de cipreses reverentes y enanos, sobre cuyas piedras se dice  habló el mismo Apóstol Santiago a los primeros cristianos, Iliberis como la Granada ancestral, sus comidas diarias, para mí inolvidables (creadora de la tortilla al Sacro Monte en el día de San Cecilio), sus patios, su altura, sus horas de estudio antes de cada clase, su rigor en la Literatura ( magníficas lecciones de D. Ismael Pérez) y las Ciencias. La Granada separada del mundo, la mística alegoría poética, donde empecé a hacer mis pinitos literarios, con poesías que todavía recuerdo. " Se apagan las luces se encienden los sueños"  que escribí yo sobre la noche y que años después repetía una canción infantil en la Televisión Española, para que luego digan que no hay un magma poético, una memoria única,  que es la que nos dicta las poesías y no tanto el plagio, imposible en mi caso y en el de la Televisión, sino la mera coincidencia y que tantos conflictos concita en los escritores que se creen plagiados o imitados. Fuente de todos.

*

Por el camino del Darro pasé día a día, años, camino del Sacromonte, en el viejo autobús Mercedes, color crema, que olía a gasolina y era fiel por su cuna. Salía de San Antón, al lado del Cine Aliatar, para subir al Colegio y luego, al fin, desde la explana de fútbol de la Abadía, bajar a Granada, bajar a casa.

 

 

 

LA OTRA ALHAMBRA

 

 

 

Cuando era niño subía a la Alhambra todos los días de verano, me "colaba" en el palacio de Carlos V para oír los ensayos de las grandes orquestas del Festival Internacional de Música y Danza de Granada que suelen darse sobre el magnífico Julio granadino, gozaba enormemente pues todos tocaban de maravilla y repetían y repetían tan mágicas notas a las órdenes de los mejores directores del mundo.

 

Subir a la Alhambra, como subir a Mozart, a Beethoven, a los músicos rusos, al ballet de Ludmilla Tcherina, a las grandes obras musicales entre los árboles inmensos y el agua clara de las fuentes ( ¡ oh, caños y bajorrelieves de la Fuente de Carlos V y sus bancos de piedra en las sombras! Qué augusto es el clasicismo español, de grandes monumentos de piedra, de márnoles y de fuentes, de las cuadradas ventanas y los patios hermosos, lástima en la Alhambra, diría Lorca, pero incluso ahí, hay rincones que un niño sabe agradecer, bajo las dulces sombras en verano y el ruido musical de los caños generosos del Darro)  las torrenteras, la placidez del alma. Luego, a la tarde, montando mi bicicleta roja por mi Barrio de Fígares repetía los grandes acordes, incluso improvisaba los míos.

*

Un lugar especial para el Instituto San Isidro de Madrid, estuve allí unos años mágicos y literarios. Allí teníamos el Aula de Teatro de don Antonio Ayora a la que me apunté pronto y participé  con mi ánimo, todavía está mi nombre en la plantilla de los teatreros. Pronto empecé a darle a mis compañeros mis escritillos, que gustaron mucho, ellos, chavales inquietos, me asignaron un programa radiofónico en Radio Juventud de Madrid, donde escribía un artículo semanal. Instituto literario, en cuyas aulas han estudiado Víctor Hugo, Cervantes, Lope, Calderón, Quevedo, Tirso, Aleixandre y tantos otros. ¿ Qué escritor no ha estudiado en el San Isidro?. El San Isidro es la cátedra ambulante de los escritores. El otro día yendo por la calle Atocha por casualidad entré en la Iglesia de San Sebastián de Madrid, allí enterraron a Lope de Vega, allí se casaron escritores geniales de todos los tiempos, se bautizó Cervantes, en fin, si me vengo a Madrid acabaré escritor, seguro.

En aquel patio de los Escolapios todos jugábamos, bajo el radiante sol granadino,

 y yo encontraba peces rojos ocultos en el cauchil de riego.

*

Todos tenemos una ligera idea de los tiempos antiguos, sus batallas y calamidades, sus sufrimientos y sus lujos, pero de qué reían cuando se reunían en los teatros y foros ¿ qué cosas les hacían soltar las carcajadas? pues la risa es una medida del alma, como el llanto lo es del no-alma y es una cosa que no está muy clara del todo en la historia, ¿ de qué se reían los antiguos hasta mearse de risa? La risa es un misterio, algo que siempre estuvo en nosotros y que estará después de nosotros, la eternidad.

*

Desde la Abadía del Sacromonte tenía a mi izquierda la Sierra, a la derecha Granada y enfrente el Avellano y la Alhambra,

por eso salí tan poeta.

*

Me dijo un lector que mi Poesía de la Alhambra era un llanto, que lloraba por Granada. Pero para mí la poesía siempre fue todo lo contrario: un juego, un cambio, mil cambios, una idea, mil ideas, todo lo más la insigne música que nos llena y nos hace ser felices encontrando la belleza interior, la del alma: pero Granada es tan bella, y está tan fuera que nos saca de nuestras casillas y nos hace escribir, pues quién se cansó nunca de mirarla y quién se cansaría de hablarle al oído, siendo tan hermosa y cabal y tan redonda, oh mágica Granada que tuve la fortuna de que fueras mi entrañable tierra, mi más amada esencia. Subo a tu Alhambra, subo a tu cielo todos los días y me haces mejor, me haces poeta, y nunca me harás llorar porque siempre vuelvo, vuelvo hasta en los vagones de tercera del tren antiguo, los pies hinchados, como Bach buscaba al gran organista, Dietrich Buxtehude, el de la coral " Ach Herr, mich armen Sünder" y caminaba a pie 350 kilómetros junto a un amigo para ir a escucharle.

*

El frescor de la Alhambra. De todas las cosas buenas que hay en la Alhambra nada es comparable a su frescor en verano. De niño subía a la Alhambra todos los días. La Alhambra me dio toda su belleza, pero lo mejor de ella era su frescor, palpitaba en las cuestas cargadas de sombras de sus árboles inmortales, en sus placitas de fuentes minúsculas, en las torrenteras del agua del Darro que por allí baja, en sus asientos de piedra, en el ligero viento que deja pasar su bosque, el olor húmedo de las plantas. La Alhambra fue mi rollo exclusivo. Otros la disfrutan y escriben desde el conocimiento de su historia y su arquitectura, la cultura de la civilización árabe, yo me conformaba con su instrucción musical, aprendí los grandes maestros universales y las mejores orquestas del mundo en esas horas académicas de los ensayos, que es algo así como el rodaje de las películas que repiten las escenas hasta que quedan bien para el director. Y todo ello con el frescor del Paraíso, el ruido del agua, la libertad de los pájaros que cantan allí, armónicos y anárquicos, con buen oído musical.

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Por nuestra necesidad de alimentarnos me temo que estaremos mucho tiempo matando a los animales y que, por ejemplo, unos seres tan serios como son los jabalíes sufrirán la ociosa persecución y bellaquería de los cuchillos humanos. Criminales.

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El tiempo más que inexorable es burlón, desnuda nuestras palabras, las deja sin sentido, amar ¿ qué es amar cuando se tienen tantos años?

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La estética. Todo en la Naturaleza es estético, ha hecho animales y plantas para ser admiradas por lo bellas y completas que son, lo que pasa es que los hombres nos las comemos y a la Naturaleza esto tampoco le parece tan mal.

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Los Maristas me premiaron a los once años un relato sobre su fundador Marcelino Champagnat, ¡¡ al fin un premio literario!!

siempre está conmigo el bajorrelieve de metal.

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Una música rodea a la Alhambra y a Granada,

la música que lleva las almas a tocar el cielo.

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Los Escolapios, los Maristas y el Sacro Monte, tres colegios a cada cual mejor que supieron sacar lo mejor de mí, cada uno a su estilo. Sin olvidarme del primero de todos, la Escuela Publica de la calle Marqués de Mondéjar, a la que me apunté yo solito con tres años, aburrido como estaba de ver pasar los niños por la puerta de casa y yo sin amigos ni hermanos.

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Este Darro, no podría ser de otro modo, es al final de todo mi canto a la amistad, la amistad es el más grato de los paisajes de Granada.

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Un día maléfico nos fuimos de Granada, qué mala idea, desde entonces me asonaron.

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Decía un hermano, de esos que visten de cura, a unos niños de nueve años, que la castidad es lo mejor que hay, que nuestros testículos producen semen y el cuerpo casto se lo engulle y alimenta si no es gastado inútilmente con el ejercicio de las manos ( hablar de mujeres sería una grosería y más por un cura-hermano) La sola idea de alimentarme con mi semen me produjo un repelús que todavía me dura. También decía que es muy sano levantarse a las seis de la mañana y lavarse el cuerpo con agua fría, que estimula el cuerpo y nos fortalece, lo que dicho en una fría mañana de una ciudad fría, rodeados de montañas de nieves perpetuas, tampoco era estimulante, mi cuerpo se puso a engullir como loco su semen y yo quedé todavía más frío.

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Creo que nunca he vuelto a tener aquellas reflexiones, aquella inteligencia para amar la vida, aquel espíritu universal como cuando era niño y subía a la Alhambra a diario a gozar la vida en el emporio de la grandiosidad y la intimidad de sus sombras. Disfruté Granada como un cosaco, a lo bestia, que es como hay que gozar en la vida, también en lo religioso como diría aquella santa española del Renacimiento, la Reina Isabel que denostan los bastos, para su amado Corpus Christi que solemnizó en Granada. Pero cuando estoy lejos y siempre, Granada para mí es el río Darro, un rincón especial precisamente, bajo la iglesia, más cerca de Granada, donde confluyen el río, el monte, la esquiva Alhambra con el paseo de piedra, también los árboles de finas hojas y de suaves temblores. Mi rincón que me hace llorar cuando estoy lejos, el rincón de mi esencia granadina, mi patria.

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Desde Madrid, Granada es muy hermosa, sabrosa y gustosa, como una hurí en la mente de un poeta. Pero, ¡ ay, cuando regresas! la Granada real es, gracias a Dios, mucho más bella.

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Me levanto bien pronto de madrugada para escribir, no me importa lo pronto que sea, me levanto despejado y con ganas de escribir y así lo hago con profesionalidad y rigor ( más quisiera hacer lo mismo para leer, cada día soy el peor lector). Cuanto más se aproxima el amanecer siento cierta desilusión, porque desaparece la pureza de la madrugada y se acerca el escandaloso Sol con su coro de rayos calientes perdiendo la madrugada esa oscura virginidad, esa hora placentera de la noche cuando escribir es una pureza más, sin contradicciones ni interrupciones.

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Ser de Granada. Tenía por costumbre pararme y que Granada me entrara, las calles y edificios venían hacia mí, también su gente, mi cuerpo era un jolgorio del bullicio granadino, sentía la hondura de sus barrancos y la sonora agua, su viento languidecía en mí con su frescura y las enormes sombras de sus árboles caía a plomo sobre mi cabeza, vivía Granada, no vivía en Granada como un pasajero, ser Granada, no ser de Granada como un turista interior, respirar Granada por los cuatro costados, porque ser granadino es que Granada te reconozca desde el primer día y entre en ti para que tú, como a Dios, no la conozcas nunca pero vivas en ella.

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Granada

Es Naturaleza, es un jardín, un claro sendero oscuro de sentimientos profundos que brilla en lo alto con todas las estrellas que salen de su agua,

también es una puerta grande que se abre al mundo y yo, que era un pajarillo alegre, salí de ella en busca de mi libertad, Granada me tenía preso,

fui feliz volando, no a todos los sitios que yo hubiera querido ir, pero siempre sabía que podía volver a mi Madre, a mi Granada, alegre y enamorado,

fui feliz al volver miles de veces, para mí no tiene secretos, todas sus cosas las conozco en mi cuerpo, nunca cambia, sigue siendo mi Casa.

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Sebastopol. No me gustaría dar la impresión en este mi Darro de ser el que no soy, no soy triste ni lloro por Granada, soy tan granadino que me gusta Madrid, no soy solitario ni lloro ningún amor. mis amores literarios no son amores es literatura, siempre lo consideré así, a veces sí escribo de mis cosas, muy pocas veces, solo cuando me refiero a mis sentimientos pero no a las personas. Granada no es mi frustración ni mi misantropía como dijeron mal. Granada es mi premio que me doy de vez en cuando, mi traje auténtico que me pongo los días míos que nunca fueron los de fiesta. Tampoco es que sea importante lo que yo parezca a las gentes, sí puedo asegurar que nunca me conocieron del todo, en cierto modo fui la lección mal aprendida de los malos estudiantes, en Granada, en Madrid y en Sebastopol ( ¿ hay algo más granadino que Sebastopol?).

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Cuando el verano de Granada os dé su magnífico calor,

preguntad por Los Italianos de la Gran Vía, unas muchachas delgadas y pálidas os venderán los mejores helados, el de fresa que lo es o el de limón que se acaba muy pronto en vuestra boca.

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La poesía como el río transcurre suave en la superficie, me gusta esa poesía que no nace del llanto ni nace de los hondos sentimientos, esos que arrastran fieros a la tragedia, no me gusta el altisonante tono de los desgarros, ni hurgar las llagas, ni sacar en lo tremebundo el hacer poético, me gusta escribir tan llano como el prosista, el que al narrar no cambia el modo ni se siente mejor, distinto o airado sino que muy bien quiere contar como si la verdad contara, con elegancia y sencillez, por eso grandes escritores de la novela son pésimos poetas pues piensan que la poesía es un viaje al más allá, una escalada a los bajos fondos del alma, una tragedia en fin. Digamos que la poesía no es distinta sino breve, no es altisonante sino bien sonante, ligeramente atada y no del todo libre, tampoco es que sea una mentira como lo dijo Sócrates y el mismo Aristóteles, sino más propiamente un estilo literario, por ello las formas clásicas suelen ser exitosas pues a la poesía le van muy bien las reglas, tanto las fonéticas como las ortográficas. En cuanto a los poetas, en mi caso me dio por escribir poesías, aprovechando entre tiempos del trabajo incluso, al viento de la inspiración que es ese tiempo que de pronto nos lleva a escribir de algo como una necesidad de ese algo, pero una buena prosa, como aquella de Cela de sus primeros años, o la de Azorín suele dar unos frutos sabrosos y en nada tiene que envidiar a la poesía como deleite del alma.

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Monasterio de San Jerónimo de Granada, fundado por los Reyes Católicos

 

Cuando contemplo el monasterio de San Jerónimo estoy en mi Granada de verdad, frente al Perpetuo Socorro de los redentoristas y muy cerca de San Juan de Dios y del economato militar entonces. Sobre todo cuando estoy dentro de esta magnífica iglesia donde no caben más perfecciones juntas del Renacimiento español, gloria de la piedra y de la pintura , exégesis de la Cultura con mayúsculas, ya solo me falta un Ave Verum de Mozart para juntar el espíritu a la raíz humana, lo más cerca de Dios posible. Granada me llevó de su mano por la riqueza absoluta, la inteligencia, el trabajo y el arte y no solo a mí, a todos los granadinos. Mi alma está aquí en plenitud, me identifico con ese misterio que trasciende del mundo castellano y que tan bien se lleva con el árabe de manera que son primos o algo así. También los árabes dedicaron su Alhambra a Dios, y se nota, se esforzaron por llegar a lo más alto.

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Los Maristas hicieron una coral, cantamos acompañados de músicos profesionales, por una vez y sin que sirva de precedente, en la Iglesia entonces cerrada al culto de San Jerónimo, también a capella en Radio Granada y en el antiguo Teatro Cervantes  frente a la plaza de Mariana Pineda.( Por cierto soy tan mayor que he conocido incluso el Teatro Gran Capitán, ya cine, que estaba detrás la antigua Casa de Correos, la de los leones, en el lugar que ahora ocupa la escultura de Colón y la Reina Isabel de Mariano Benlliure, en Reyes Católicos.

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©José María Torres Morenilla

 

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