Paisajes de Ronda

   

 

 

de

 

 

 

 

 

 

JOSÉ MARÍA TORRES MORENILLA

 


 

 

 

 

 

 

 

PAISAJES DE RONDA

 

 
 
 
 

Sangre de la tierra oscurecida, seca sangre

en la rivera blanca de las casas andaluzas.

*

 

 

Fondo en la montaña, tajo

incipiente corriente agua profunda,

profunda voz en el silencio,

cristal de las ondas insonoras, muertas,

ritual en Ronda en el término

de la consunción, última,

vuelo a los espacios azules,

desde los labios secos.

 *

 

 

¿De qué voz deshabitada encontré su pausa?

La gran lámpara de los árboles ilumina las sombras de la orilla,

un aire seco danza con sus pasitos de pozo olvidado,

la multitud de las piedras en la cara del sol.

 

¿De qué silencio habitado escuché yo el profundo sonido?

Oh sutil mundo de la tierra,

página de las montañas grises y azuladas,

de la vegetación hostil,

página de la rústica historia del curso

de los arroyos, y el extraño frío

de las aguas niñas, la cueva oscura, la gruta

de la que mana la dulce herida.

 *

 

 

Un paso alrededor, un hondo paso

entre las paredes de las montañas,

no es la oclusión, sino el paso abierto

a la eclosión íntima del espíritu creador,

es un paso complicado, grave, terrible,

en torno a la ciudad alta,

a la respiración íntima, serena,

de una vida multiplicada, nada convexa,

ni explorada con justicia.

 *

 

 

Región del monte, habitado de estrellas,

el saco oscuro abierto al infinito,

aproximados los ojos bellos del barco frío,

el eco por mí sentido de sus alados pasos. Silencio.

Próximo al aire fresco de las hojas secas,

el eco por mí fuertemente sentido de su fuego

acompasado a mi yo ignorado.

 

Frío inocente llegado del espacio inmortal

que palpa en mi faz la infancia,

con las manos juguetonas de su juventud,

y las vestiduras oscuras en las carnes rutilantes.

 *

 

 

Brillos de las estrellas,

                         ruidos del alma,

deseado el amor en su principio,

canciones de las florecillas inconscientes,

llegada a la región eternal de los muertos,

nada de palabras, nada de estrellas en la oscuridad.                   

 

Agua verde, estancada

tierra seca, eclosionada,

el sol con perfil

de las manos cinceladas,

voces de fuego,

el límpido cielo

abierto, sobre la villa

en la altura, flor

en todo tiempo aspirada.

 

Círculo en torno a las blancas

casas sobre las nubes

que el viento desgarra,

espacio de silencio,

el cric-cac del grillo

acompasa

la música íntima

del hierro y la línea,

sonidos de las lanzas,

las guadañas,

del trigal y las legumbres,

brillos de sus sables,

en el agua traspasada,

muro duro en las orillas

que la oscuridad cambia.

 

Danza campesina,

en torno a la secreta

villa

en la altura plana...

    *

 

 

La tarde, después del calor,

en la hora meditativa,

las sombras del árbol bajas

y las grandes sombras en el firmamento,

vienen las frescas ideas acompañadas

de las brisas de los campos.

en el vaso, el claro vino andaluz,

la mesa con las manos reposadas

como libros entreabiertos,

es la hora de la plenitud,

y comienza la oscuridad,

una densidad acongojada, inexplicable

que asciende a la altura terrible

a la par de la villa, pero estoy abajo.

                   Abajo, en lo hondo, en el Sur de España,

                   plenamente abajo.

 

El vino define en el vaso la claridad

levemente dorada del sol lejano,

la cara posterior del sol,

el paisaje fue prontamente cerrado,

la llave del mundo se echó,

y este vacío inmenso,

de un verde fuerte, crepita en la higuera

lamentos de resignación,

abajo, en lo hondo, resigna su destino

una copa de buen vino,

vino del sur exprimido, soportado

día a día, con pequeñas quejas

del árbol anciano, en la hora última,

cargado del fruto humano, el fruto

del hombre en una tierra egoísta

y en un aire límpido, también extraño,

bosque en la orilla de las cosas

le sustantiva espíritu y le acomoda

el resumen del mundo convexo,

de hombre a hombre reparte

una tarde cargada, pura, en la hora última,

abajo, en lo hondo.

 *

 

 

Baño de agua, frescor

del agua dulcemente nacida en las rocas,

el insecto a través del agua,

acompasa sus fuertes patas,

y avanza...

el caballo fatigosamente cata

el sonido duro de la piedra, avanza,

lentamente, la flor tronchada

en el camino, la lluvia

y la tarde enteramente se acompañan.

 

Todas las cosas tienen un momento histórico,

solamente las cosas simples

prenden el momento histórico del entorno,

los cabos de las espigas, el polvo,

el paisaje serrano en esta hora,

comparten estos momentos y la imaginación

da con el toque mágico,

truecan el mundo de la tierra

en el mundo de lo posible,

todo ha cambiado,

el paso encuentra su destino común,

la historia es un juego alegre,

solamente la fortaleza es un muro invisible

que toca el límite humano,

no es posible hacer su historia,

es la villa real con fondo de monte,

bajo de ella, el monte, el abismo a sus pies,

el toque, al instante, un tajo

a sus pies, la tierra abierta

a través del monte, la catedral del paso,

la alta torre de columnas inmensas sostiene

las pequeñas casas blancas, airean sus pies,

bailan dulcemente entre las higueras,

y más abajo, un río y mi caballo

cansino, entre masca

la pequeña planta desprendida

descuidadamente del camino, trilla

de una lluvia clara, dulce

y completa el día bellamente

en esta hora indefinida de la tarde,

con ruidosos colores topacios,

en el blanco aire fresco,

a los pies de la villa ignota,

oculta, de sombras presentes y hálito respirable,

el último baño del insecto negro,

y el ruido del agua, música

de cristal y de tierra, gorgoteo,

fantasía de la lluvia para mi caballo,

joven, cansinamente sabio...

 *

 

 

Cal blasonada, aire petrificado,

abismo instantáneo

en las esporas del alma,

murmullo profundo que se abaja,

el alto vuelo de los pájaros, con el viento

vuela la piedra sin la lejanía,

lejanamente abajo, bajo los gritos

van los siglos pasados

y los tiempos que vuelven.

 

Un duro espacio ha levantado

la pequeña villa en los hombros andaluces,

la gigante tierra sube a las buenas gentes

y aporta un poco de cielo limpio para ellos,

un poco de altura para el pueblo,

un poco más de poesía para una lengua anciana,

y a su paso ruidoso, eleva ondas

mágicas que bajo el Tajo surgen

como nubes inimitables,

sin tiempo, la vida recomienza

con la inquietud cotidiana,

el sol siembra su abrazo de amigo entrañable

en la cal blanca y en las flores de la belleza,

el paisaje villano es común,

pero su fondo es extraño.

 

Noche cerrada. Paisaje de la tierra roja,

que la noche embarra,

los olivares,

paso la página de inquietud íntima,

sobre su cielo oscuro, retraído,

la inmensidad empequeñecida oscuramente a mis pies.

 

Fantasmas de la materia,

fantasmas de tierras y árboles,

con su aire incomodándome el rostro,

ajena respiración de los otros.

 

Desde esta altura, abajo de Ronda,

el cielo grita con la voz temible,

la inmensa onda que pulsa un momento

de desintimación en el mundo,

sable de guerra única,

firmamento vapuleador de nubes,

con las piedras llovidas como llantos

caídas al instante en arroyos que buscan, veloces, nuevas caídas,

aceros los aires contra las casas,

vapuleador también de sus pequeños montes.

 

¿Quién habita en lo alto

 de este modo heridor?.

 *

 

 

Pan inmenso de la tarde en la estación de los trenes,

la muerte fría camina

con el paso lento de un universo que cree

en el hombre. El gran Universo creyente.

La orilla de la acequia tiene toquecitos de ranas,

un acre olor a los dulces juncos,

las rocas negras del lagarto verde,

el mundo eleva y posa todas las cosas

en esta tierra vasta a los pies de Ronda,

juego a la vuelta del juego,

revuelta, la redonda, alta, larga, cercana, de mirada azul,

              Silencio militar, extendido...

 *

 

 

La canción malévola con vuelos de moscas,

reverbera en las límpidas ondas del aire,

vorágine sacrílega , fatal, de la vida,

que oculta espesamente con su olor al cansino monte,

en la primera hora de la tarde sofocante,

formando el ruido hosco de sus palabras,

en la guerra de los músculos devoradores,

el gran festín imparable de la muerte

ruidea palabras, dichas entre dientes.

 *

 

 

Volveré, Anita,

veré de nuevo a través de tus ojos bellos,

el fruto de nuestra boca estará vacío,

de aquellas manzanas ácidas que me dejaste, extendidas...

Será el río y será su pequeña huerta baja,

mi bella cortijera, volveremos a sonreírnos,

recorreremos los montes de la vegetación espesa,

donde surgen las aguas claras y dulces,

como regalo a los pobres,

la palabra de los pobres, siempre cercana y unida,

tan llena de los ojos bellos, duraderos.

 

Ascenderemos el Tajo a un tajo.

El tiempo no ha pasado en Ronda,

la vida quedó detenida en su aire,

perpetuó su abismo.

 

Cuando el campo andaluz se da una pausa,

y nadie es de nadie, a los pies de Ronda,

ahí estará el denso silencio que unimos entonces,

el vacío y la nada,

seremos de nuevo, lo que siempre hemos sido, niños,

cuando el tiempo se ha cumplido,

tendremos el instante primordial,

en esta región seca, dura,

asombraremos en la esencia sustantiva de los pinares,

y el quejido alto de los cipreses,

 

La mirada verde de Anita está conmigo.

 

¿ Pero Anita no era el nombre de tu hermana?

 

 

 

 

JOSÉ MARÍA TORRES MORENILLA

1995


 

 

EL TREN

 

Serranía vertical, la verde espera

De los polvos amarillos del camino

 

Seguía el día a la noche, la mañana

Era un enorme silencio de infinito

 

Y luego ella, de grandes senos, sudando

En el ancho eco vaporoso su silbido

 

Más que correr volaba con sus nubes

Y tronaba en su negro poderío

 

Fenomenal estancia, el mundo lo recorre

La más grande locomotora que ha existido

 

Tiemblan la Sierra y sus serranos,

Abájense los campos sometidos

 

¡ El mundo lo atraviesa un tren

Que corre por la mente de los niños!

 


 

 

 


  •  




    ©José Mª Torres Morenilla

  •